En teoría: porque están siendo seguidas por un grupo de jóvenes vecinos, que, bajo los efectos del alcohol, las drogas, y una cierta sensación de impunidad, violarán a Teena y la golpearán hasta dejarla al borde de la muerte. Bethie, la niña, se escapará por los pelos de un destino tan trágico, pero quedará marcada por ser testigo de la agresión que sufre su madre.
Y la novela se embarca, a partir de esa fuerte imagen inicial, la de Teena postrada agonizante en una cabaña en el parque, en una historia que es a la vez de hundimiento y de resurgimiento. Nada puede seguir siendo igual cuando Teena, que salva la vida, sabe que los que la han agredido son vecinos y conocidos que pensaban que tenían derecho a hacerlo.
Nada puede seguir cuando, a medida que son detenidos, un abogado sin escrúpulos pero con una tarifa espectacular, logre hacer dudar al jurado de aquello que es más que obvio. La agresión en toda regla empieza a ser puesta en tela de juicio en un juego tan legal como inmoral. Teena empieza a temer por cómo acabe todo.
Aquí encontramos una novela corta donde la autora retrata un panorama brutal: la violación que sufre una mujer que decide cruzar el parque una noche junto a su hija adolescente, como se encuentra a la pandilla de hombres que las abordaron y como se enfrentan a ello las víctimas y su familia, pero también las familias de los acusados y como reacciona la sociedad frente a un hecho así.
Es una situación a la que últimamente parece que nos estamos acostumbrando: esas violaciones en grupo sufridas por mujeres que luego son juzgadas por la sociedad, culpabilizándolas muchas veces, como si lo fueran buscando y eso es algo parecido a lo que ocurre a Teena Maguire, ella ha estado bebiendo poco antes, va vestida de una determinada manera y en lugar de elegir el rodeo que sería la opción segura, comete la locura de cruzar el parque de noche y encima siendo 4 de julio, por todo ello, parece que "lo vaya buscando".
Es un libro que disfruté a pesar de los momentos de indignación que iba sufriendo conforme avanzaba con la lectura.
Me gusta como escribe Joyce Carol Oates, como desarrolla sus escenarios y como plantea la situación, mezclando entre víctimas y verdugos a un policía que desde fuera ve la situación mejor que los más implicados y poco a poco va ganando en importancia. Es un libro que cuesta un poco de leer por la temática pero no por la pluma de la autora, que no ahonda en detalles duros y por ello -creo- puede ser apta para todos los públicos, eso sí, momentos de indignación y rabia asegurados.
Muy buenas descripciones, capítulos no demasiado largos y una mezcla de narración fría y objetiva con la entrada a los sentimientos de la hija que ha vivido la situación traumática suya y de su madre. Todo ello lo convierte en una lectura difícil de dejar.
Quizá si tuviera que ponerle un pero es la caracterización de los personajes, sobretodo los masculinos, que queda un poco desdibujado. La autora se centra más en los femeninos y las situaciones más que las sensaciones, y en el caso de los hombres cojea un poco. Pero no deja de ser un libro con poco más de 170 páginas y no todo se puede desarrollar de la mejor manera, es de esos pocos en los que si hubiera 100 páginas más no me hubiera importado.
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