Más que ningún otro fenómeno, el auge del islamismo ha puesto de relieve ante el mundo la trágica condición de la mujer musulmana: condenada a una perpetua minoría de edad, en buena parte por su supuesta influencia corruptora sobre los hombres («Dios dividió el deseo sexual en diez partes, y de ellas dio nueve a las mujeres», dijo Alí, yerno de Muhammad y primer imam shií), la mujer musulmana no tiene el menor control de su vida: siempre habrá algún hombre -padre, marido o en su defecto cualquier varón de su familia- que decida por ella, desde el afecto o muchas veces desde la brutalidad. La casa, el velo, son sólo manifestaciones de su estatus: diferente en teoría, inferior en la práctica.
Un mundo bajo el velo es un viaje por la geografía de las mujeres musulmanas: iraníes, saudíes, egipcias, jordanas, palestinas, mujeres del hogar, trabajadoras e incluso reinas configuran una misma opresión con distintos matices. Y Geraldine Brooks ha sabido describirla con conocimiento y comprensión, con ecuanimidad pero sin eludir el dramatismo de una condición femenina que, con raíces en una lectura torcida del texto sagrado y una tradición que interesadamente se considera inmutable, clama hoy a la conciencia universal.