El 25 de noviembre de 1960, los cuerpos de las tres hermanas Mirabal se encontraron en el fondo de un acantilado en la costa norteña de la República Dominicana.
Reseñado como un fatal accidente por la prensa oficial, la cuarta de las hermanas, conocidas como las Mariposas, se encargó de mantener el legado de la familia, su feroz ofensiva contra el régimen de Trujillo.
Su lucha comenzó cuando Minerva rechazó las propuestas indecorosas del dictador, lo que llevó al asesinato de su padre. Patria, otra de las mariposas, organizó la oposición..
Nada más empezar ya sabemos por Dedé, que sus tres hermanas, Patria, Minerva y María Teresa, están muertas. Asesinadas por el régimen de Trujillo, que durante 31 años (1930-1961) gobernó con mano de hierro la República Dominicana.
Son las hijas de la familia Mirabal, mujeres que existieron en realidad. Pese a pertenecer a una clase acomodada se enfrentaron al tirano, fueron encarceladas y torturadas hasta que un supuesto accidente terminó con sus vidas. La autora de “En el tiempo de las mariposas”, Julia Álvarez ha modelado a su gusto sus vidas, intentando respetar el espíritu que movió a las cuatro mujeres -algo que quiere dejar muy claro- a luchar contra las atrocidades del régimen.
Minerva fue la hermana que abrió la brecha combativa desde bien pequeña, cuando comprobó que una compañera de su internado fue “llamada” por Trujillo para satisfacerle con su juventud. Las mujeres bellas eran tan sólo uno de sus caprichos. Mucho después, Minerva fue otro de ellos, pero no lo consiguió. Esa fue la perdición de la familia y por la que las hermanas se unieron a la lucha, en la que fueron llamadas “las mariposas”. Sus respectivos maridos, menos el de Dedé, eran también combatientes clandestinos que pagaron su correspondiente pena en la cárcel.
Es precisamente su cautiverio en prisión, uno de los tramos más apasionantes de la novela, donde hay olor y sabor a mujer, donde descubrimos las intimidades y miserias del género femenino cuando las situaciones son completamente extremas.
Es un libro cautivador, hermoso pese a la tragedia que lleva consigo, en el que descubrimos la lealtad extrema, el coraje, el amor a la familia, tan radical como las artes de Rafael Leónidas Trujillo, un personaje que ya meaterrorizó en “La fiesta del chivo” de Mario Vargas Llosa.
Saber que las Mirabal son personajes de la realidad, aporta sin duda, gran parte de la fortaleza que contiene esta historia sobre una de las dictaduras más traumáticas de Latinoamérica. No obstante, no hay que dejar de lado el trazo ni la forma de contar y describir de Julia Álvarez. He disfrutado mucho con su obra. Mucho. Hay algo especial en el paisaje general que nos cuenta, en ese mundo tan particular que les tocó vivir y sufrir a las hermanas Mirabal.
Me ha llamado la atención el epílogo porque tiene la extensión necesaria para que comprendamos el sufrimiento posterior a la tragedia de la hermana superviviente. Un hecho que la deprime y la deprimirá por el resto de sus días y que simboliza con la pérdida de uno de sus pechos. Algo de lo que no nos enteramos hasta el final: una ausencia terrible, física, emocional, que sólo puede comprender quien lo sufre y con la que pretende que entendamos hasta qué punto es el desgarro más definitivo de su vida, porque además los hijos de todas las hermanas desaparecidas convivirán con ella y su propia madre.
Entre el 11 de febrero de 1990 y el 10 de mayo de 1994, Nelson Mandela pasó de ser el prisionero político más famoso del mundo a presidente de su país. 
