No importa que ella se ocupe de la casa, tenga un trabajo de medio tiempo, se ocupe de su hija y más tarde de la hermanita, y en algún punto tenga que cuidar a su propia madre, que sufre de demencia… nada impide que el padre la siga tachando de gorda e inútil. La madre salta de dieta en dieta, con algunos éxitos pasajeros, pero cuantas más presiones tiene, más sube de peso. Y como si no bastara con el abuso del padre, también la suegra la humilla, no sólo por su peso, sino porque además no habla el dialecto local y es originaria de Polonia.
En este entorno tóxico crecen Ela y su hermana pequeña. Ela se ve en la necesidad constante de decidir del lado de quién está, del padre o de la madre, algo con lo que ningún menor debería cargar.
Si bien la novela está narrada desde el punto de vista de la niña Ela, el final de cada capítulo presenta breves fragmentos ensayísticos escritos desde una perspectiva adulta y actual. En ellos, una Ela mayor reflexiona y ordena los acontecimientos de manera retrospectiva, tocando temas como el papel de las estructuras patriarcales y de las clases sociales en su familia, todo ello bajo una lente feminista.
