jueves, 16 de marzo de 2017

EL GRAN TABLERO MUNDIAL

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En las postrimerías del siglo XX, los Estados Unidos se han convertido en la única superpotencia del mundo. Ninguna otra nación cuenta con una capacidad militar y económica semejante ni con intereses de tal alcance planetario. Sin embargo, los Estados Unidos no han respondido aún a la pregunta clave: ¿cuál debe ser la estrategia global que les permita mantener su excepcional posición en el mundo? Ésta es la cuestión a la que se enfrenta Zbigniew Brzezinski en este libro penetrante y poco convencional. 

Un aspecto central de la obra es su análisis del ejercicio del poder en la masa continental euroasiática, en la que se concentra la mayor parte de la población, de los recursos naturales y de la actividad económica del planeta. Con una extensión que abarca desde Portugal al Estrecho de Bering, desde Laponia a Malasia, Eurasia es el «gran tablero» en el que los Estados Unidos deberán ratificar y defender su supremacía en los próximos años, enfrentándose a la tarea de gestionar los conflictos y las relaciones en Europa, Asia y Oriente Medio; evitando el surgimiento de una superpotencia rival que amenace sus intereses y su bienestar; y clarificando el mapa de las ramificaciones estratégicas de esas nuevas realidades geopolíticas.

¿por qué Francia y Alemania están destinadas a desempeñar papeles fundamentales mientras que Gran Bretaña y Japón no?, ¿por qué la ampliación de la OTAN ofrece a Rusia una oportunidad que no puede permitirse desperdiciar?, ¿por qué el hecho de considerar a China como una amenaza podría convertirse en una profecía autocumplida?, etc. Con sus originales y sorprendentes conclusiones, Brzezinski da un espectacular vuelco a las ideas preconcebidas sobre el tema y sienta las bases de una nueva y estimulante concepción del papel de los Estados Unidos en el mundo futuro.

LA GRACIA DE UN SOLDADO

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Resultado de imagen para St Clair Katherine - La Gracia De Un SoldadoUn romance cristiano de la Segunda Guerra Mundial. 

Matthew Finley y William Sawyer se han hecho amigos rápidamente mientras se enfrentan a las realidades de ser soldados de USA en 1944, en Alemania. Una noche oscura, brumosa, con todo para perder, se enfrentan al bosque enemigo Hürtgen. Pero Matthew trajo un arma más poderosa que cualquier arma podría ser. Trajo su fe. 

La hermana de Matthew, Grace, es una enfermera de combate trabajando en un hospital de paso en las líneas frontales. Ella se encuentra constantemente diciendo pequeñas oraciones para los hombres que cuida. Siempre siente que sus oraciones son escuchadas, hasta que un día obtiene dos cartas con noticias que cambiarán su vida. 

Mientras William y Matthew siguen coordenadas para una misión especial, los dos hombres caminan más cerca de un momento que nunca podrá ser cambiado. Pero, como William pronto lo sabrá, un final es la única chispa para un nuevo comienzo. 

Grace ha vivido para ver el final de la Guerra en Europa, pero la guerra en su corazón aún sigue. Quedándose para ayudar a los últimos soldados a llegar a casa, Grace encuentra a un soldado guapo con su cabeza envuelta en vendajes sentado en el hospital. Cuando William se va de Europa a su tierra en USA, está seguro que nunca verá a la hermosa enfermera de nuevo…

LAS DAMAS DEL LABORATORIO: MUJERES CIENTÍFICAS DE LA HISTORIA

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Resultado de imagen para Casado Maria Jose - Las Damas Del LaboratorioEste es un magnífico libro divulgativo sobre mujeres científicas que cada vez pisan más fuertes y que destacan muchas de ellas por no ser grandes conocidas generalmente, como la española del libro.

La científica más antigua de la que se tiene noticia es la babilónica Tapputi-Belatekallim, química fabricante de perfumes del 1200 a. C. cuyas artes quedaron reflejadas en la primera civilización conocida, en una tablillas mesopotámicas. 

Tapputi dirigía el laboratorio de cosméticos, perfumes y ungüentos del Palacio Real de Babilonia. No debió de ser la primera experta en las propiedades de las plantas, pues en la primitiva sociedad de cazadores habían sido las mujeres, que hacían el trabajo sedentario, las que, por observación y experimentación, pudieron llegar a los conocimientos botánicos que llevaron a la agricultura y a la gran revolución del neolítico.

Hipatia de Alejandría


Aunque Hipatia fue una mujer muy famosa en su época y había quedado como una leyenda viva en la memoria de las gentes de Oriente, en Occidente su figura desapareció casi por completo hasta que los escritores de la Ilustración la sacaron a la luz. Edward Gibbon, John Toland, Voltaire y otros ilustrados del XVIII trataron de rescatar su obra y personalidad.

Hipatia, además de sus excepcionales dotes personales, tuvo a su alcance para destacar todo tipo de medios, como los hubiera tenido un hombre e incluso más, y los utilizó, cosa que le permitió desarrollar su intelecto y convertirse en una científica de sólida preparación.
La podemos imaginar asistiendo a las sesiones y conferencias científicas, escuchando primero y afinando su dialéctica después; esgrimiendo sus argumentos sobre los acontecimientos del día, los conflictos alejandrinos…
Durante veinte años Hipatia ejerce como profesora de filosofía, matemáticas y astronomía, y consigue superar el prestigio de su padre. Cuando muere Teón, se convierte en la maestra carismática y máxima autoridad intelectual de la ciudad. La valoran como científica y filósofa.
El acontecimiento que acaba con la vida de Hipatia es lo más conocido y un episodio realmente dramático. Casi todos los autores, curiosamente en su mayoría cristianos, coinciden en que Hipatia fue asesinada con saña por un grupo de fanáticos próximos al obispo Cirilo. «Durante la Cuaresma del cuarto año del episcopado de Cirilo, el décimo consulado de Honorio y el sexto del emperador Teodosio», dicen. Era el mes de marzo del año 415 y ella tenía unos cuarenta y cinco años.
Damascio escribe que la causa de su muerte fue la envidia por su destacada sabiduría.

Marquesa de Châtelec.


La marquesa de Châtelet, que se dedicaba más intensamente a la vida intelectual, echaba de menos la posibilidad de participar en las reuniones de las academias y tertulias, que estaban restringidas a los hombres. Así ocurría, por ejemplo, en las tertulias del famoso café Gradot, donde ella no era admitida. Audaz y confiada, Émilie acudió allí un día disfrazada de hombre y fue recibida por los sonoros aplausos de los asistentes, ante lo cual los propietarios no tuvieron más remedio que aceptarla como tertuliana.

Conoce a Voltaire, Émilie trabaja entre ocho y diez horas al día. Le interesan especialmente las obras del filósofo alemán Leibniz y las del inglés Newton, del que Voltaire habla elogiosamente sobre la gran revolución científica que ha hecho en Inglaterra. Leibniz y Newton serán dos grandes puntales en la vida y obra de Émilie.
Leibniz, que murió cuanto ella tenía sólo diez años, era un erudito y una de las mentes más privilegiadas. La meta de este filósofo y matemático era explicar la absoluta racionalidad del mundo, crear un sistema válido para interpretar todo lo real y un alfabeto de los pensamientos humanos.
Émilie, además de estudiar matemáticas y física, hacía traducciones, que enriquecía con sus propios comentarios, como en La fábula de las abejas, de Mandeville, que tradujo del inglés al francés. En su introducción animaba a las mujeres a disfrutar de sus talentos, a cultivarse y luchar contra los prejuicios de la sociedad que las marginaba.
En 1737 la Academia de Ciencias convocó un premio para un trabajo sobre la naturaleza del fuego.
Émilie, marquesa de Châtelet, vivió en los albores de un tiempo apasionante, el Siglo de las Luces, que llevará a dos grandes revoluciones: la política, o Revolución francesa, con la que el pueblo conseguirá derechos y libertades que hasta entonces eran sólo de unos privilegiados; y la Revolución industrial, que transformará la vida económica y social, y que vino precedida por los grandes avances de la ciencia y la técnica.
Voltaire fue quien le dio a conocer la nueva física de Newton, pero fue ella quien abrió al físico británico, con su nueva concepción del mundo y de sus leyes, las puertas de Francia, al ponerla al alcance de los estudiosos de su país, lo que representó una importante aportación a la cultura de una obra tan fundamental. También investigó asuntos de física y química, con los que compitió con los científicos de su tiempo.
Sus escritos son una avanzadilla de la Ilustración, y Émilie en sí misma es una adelantada de los tiempos contemporáneos.

María Andrea Casamayor y de la Coma


A principios del siglo XVIII nació en Zaragoza la única mujer de ciencia que España tuvo en el pasado de la que nos ha quedado alguna obra escrita, la matemática María Andrea Casamayor y de la Coma. Su recuerdo prácticamente se ha perdido y son casi inexistentes las huellas que nos quedan de su vida y su obra.

Una de las pocas pistas que tenemos está en su libro Tirocinio aritmético, que dedica a la Escuela Pía en su Colegio de Santo Tomás de Zaragoza, de la que se dice «discípulo». Y otorga la «Licencia de los Superiores», en Zaragoza, Joseph Fort, «enfrente el Colegio de San Vicente Ferrer».
Esto resulta sorprendente, pues en aquella época todos los colegios de escolapios eran masculinos, y es difícil imaginar cómo una mujer pudo ser admitida entre los hombres.
Hay que observar que firma con un nombre masculino, sin duda para que el libro tuviera mejor acogida y menos problemas por tratarse de una autora.
El Tirocinio —o «aprendizaje»— es un libro sencillo para enseñar a sumar, restar, multiplicar y dividir paso por paso y con mucho interés en explicarlo con claridad y facilitar la comprensión; también se advierte el interés de la autora en que tenga una aplicación en la vida diaria y los negocios. Así, enseña por ejemplo: «La practica de la Quarta Regla, que es Partir, se reduce a distribuir una cantidad, o suma de dineros, o de granos, o de cualquier otra cosa, a muchos, y aberiguar quanto le toca, o le cabe justificadamente a cada uno…».
El Tirocinio incluye, además, una detallada y completa relación de todos los pesos, medidas y monedas de la época en la Corona de Aragón con sus valores y equivalencias, lo que no deja de ser un documento valioso y pormenorizado de estos usos y valores.
Con este libro, tanto los comerciantes como cualquier ciudadano contaban con un texto donde constaba que el doblón de a ocho valía 8 libras, la libra, dos sueldos y el real de vellón, ocho cuartos y medio. Aclara el texto en terminología maña que «esto es lo que respecto a la moneda de Aragón debemos saber, comparada con la de Castilla, pues se han igualado los menudicos [los menudos u ochavos] de Aragón con los ochavos de Castilla».
Si la historia de la ciencia en España no produjo demasiados nombres ilustres, en cuestión de mujeres científicas el panorama es prácticamente un erial. Solamente aparecen dos nombres, ambos en momentos especiales de nuestra historia, y se conoce muy poco de ellos.
La única de la que nos ha llegado una obra escrita es la matemática aragonesa que vivió en Zaragoza en el siglo de la Ilustración, María Andrea Casamayor y de la Coma. La otra es la astrónoma Fátima de Madrid, que vivió en el siglo X en el esplendor del mundo andalusí del califato de Córdoba.

Mary Somerville


A finales del siglo XVIII, en determinadas clases sociales no sólo estaba bien vista la educación de la mujer, sino que se había puesto de moda, siempre que no se lo tomase más que como un divertimento y un adorno para su lucimiento social, pero no debía ir más allá de estos objetivos. Tomarse demasiado en serio una enseñanza de las ciencias se interpretaba como un problema débil mente femenina.

En su crecimiento intelectual le ayudó mucho el hecho de entrar en contacto con la Edinburgh Review, en torno a la cual se había creado un grupo de científicos brillantes y hombres de letras que organizaban reuniones y actos culturales. A lo largo del siglo XIX las sociedades filosóficas, científicas y literarias fueron proliferando por todo el Reino Unido, hasta llegar a más de cien al acabar la centuria. Mary, gracias a su inteligencia y encanto personal, fue admitida en el grupo y compartió con sus miembros sus inquietudes y opiniones sobre las polémicas y acontecimientos del momento. Entre los socios de la Edinburgh Review estaban personajes como el profesor de filosofía Playfair, que le dio un gran apoyo, pues era partidario de la presencia femenina en los movimientos intelectuales.
En 1826 Mary publicó su primer trabajo científico. Se trataba de «Las propiedades magnéticas de los rayos ultravioletas del espectro solar», que apareció en la revista Philosophical Transactions of the Royal Society of London. Aunque su teoría fue refutada un tiempo después, el estudio fue considerado bastante original y atrajo el interés de los científicos.
Mary Fairfax Somerville fue una de las grandes figuras científicas de su tiempo pese a su formación autodidacta, y para algunos ilustres contemporáneos, «la mujer más extraordinaria de Europa», como la describe el científico David Brewster. Eran tiempos en que Inglaterra y Escocia estaban abiertas de par en par a la ciencia y a las reformas.
Su primera publicación trató sobre «Las propiedades magnéticas de los rayos ultravioletas del espectro solar», a la que siguió el gran reto de traducir del francés al inglés y explicar la Mecánica celeste de Laplace, que publicó con el título de El mecanismo de los cielos, precedido de un interesante trabajo que tituló «Exposición preliminar».
A esta obra de astronomía y matemática siguieron otras de disciplinas diversas que fueron incrementando su prestigio como científica, tales como La conexión de las ciencias físicas, Geografía física y Ciencia molecular y microscópica.
Ella contribuyó a modernizar la astronomía y otras ciencias y a hacerla más accesible a los estudiosos. Con su autobiografía, Mary nos legó el regalo de la visión de su propia vida y tal y como ella quiso que se la recordase.

Ada Byron, condesa de Lovelace


En 1979 el Departamento de Defensa de Estados Unidos daba el nombre de Ada a su lenguaje de programación informática como forma de reconocer la contribución de una mujer pionera de la cibernética, que hace más de ciento cincuenta años trabajó en el primer ordenador de la historia, la Máquina Analítica diseñada por Charles Babbage.

Augusta Ada Byron, más tarde condesa de Lovelace y única hija legítima del poeta lord Byron, nació en Londres el 10 de diciembre de 1815.
Ada era una apasionada de la máquina y no se detuvo aquí; convenció a su marido de su trascendencia y de que, además, podía ser un buen negocio. Podrían invertir un dinero en su construcción, mientras que Ada trabajaría en ella bajo la supervisión de Babbage.
Su mente lógica le permitió tener una excelente visión de futuro, trabajando como colaboradora del gran científico e inventor Charles Babbage, que había diseñado el que se considera el primer ordenador. Ambos representaban la avanzadilla de la era cibernética, en la que otros matemáticos ya habían dado algunos primeros pasos, como Leibniz, que propuso un sistema de base binaria, igual al lenguaje de ceros y unos que hoy utilizan los ordenadores.
Ada fue una mujer inmadura y dominada por su autoritaria madre, lady Byron, de la que apenas fue capaz de ver sus contradicciones y manipulaciones. A esto se añadía un temperamento poco controlado y con grandes fluctuaciones de ánimo. Sus manías y su narcisismo parece que se debieron tanto a las drogas y al alcohol que le recetaban los médicos como a su perfil de protagonista nata, un mecanismo para compensar la anulación de la personalidad causada por el control materno. También sufrió frecuentes enfermedades más o menos graves, incluso incapacitantes.
Babbage no llegó nunca a hacer realidad su Máquina Analítica, pero en el doscientos aniversario de su nacimiento, en 1991, el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología de Londres construyó la Máquina Diferencial con los diseños de su creador. Sólo encontraron algún pequeño error fácil de corregir.
El recuerdo de Ada ha quedado para la historia de algunas formas. El lenguaje de programación Ada popularizó el nombre de la joven matemática inglesa; era un lenguaje para programas militares, industriales e incluso de uso civil. Antes, el escritor y político inglés Disraeli convirtió a Ada en la heroína de su novela Venecia, y en España también se puso su nombre al Centro Politécnico Superior de Zaragoza.

Sonia Kovalevskaya


Lo que despertaba por encima de todo el interés de Sonia eran las matemáticas, en las que demostró muy pronto que era una superdotada. Dispuesta a aprender por su cuenta, leía a escondidas el Álgebra de Bourdon, lo que le dio una cierta base matemática, aunque no la suficiente para entender el nuevo libro que había escrito su vecino Nikolai Tyrtov, que un día les llevó a casa. Se trataba de Elementos de física, en el que Sonia quedó estancada en las cuestiones de trigonometría, y como nadie, ni el propio autor, mostró interés en explicárselas, Sonia llegó a deducir por sí sola el concepto de «seno», siguiendo los mismos pasos dados por los antiguos matemáticos que lo crearon. Tyrtov quedó estupefacto cuando vio que Sonia, que pretendía discutir el libro con él, no sólo entendía su libro, sino que había llegado al concepto de «seno» por su cuenta.

Sonia se convierte en la primera mujer que da clases en la Universidad de Estocolmo. Su llegada es un acontecimiento que recogen los periódicos de la capital sueca y de otras ciudades de Europa. La llaman la «princesa de la ciencia».
Sonia resulta a los ojos del siglo XXI una figura de sorprendente modernidad e impensable para su tiempo. Dotada de una facilidad innata para los conceptos matemáticos, desarrolló ese privilegio y se convirtió en una pionera de la ciencia. Será la primera doctora en matemáticas y la primera profesora de universidad; sólo la italiana Maria Gaetana Agnesi lo fue un siglo antes, pero como continuadora de su padre; y su investigación no sólo destacó por los resultados, sino también por la originalidad de su método.
A sus cualidades intelectuales se añadían las personales, con las que superó los prejuicios de la sociedad por ser mujer y, además, de ideas avanzadas, próximas al nihilismo que estaba entonces de moda entre los jóvenes rusos.

Marie Curie


La emisión de radiación era mucho mayor cuanto más alta era la cantidad de uranio que contenía el mineral medido, y eso independientemente de otras condiciones, lo que constituía una propiedad especial del átomo de uranio. A esta propiedad la llamó «radiactividad».

Siguió haciendo lo mismo con otros metales y comprobó que sólo el torio emitía radiación, además del uranio. En 1898 presentó los resultados de su descubrimiento ante la Academia Francesa de las Ciencias.
Después empezó a investigar con su marido un mineral de uranio que emitía radiaciones mucho más potentes que éste, la pechblenda, óxido de uranio. Todo le hacía pensar que allí había otro elemento radiactivo no identificado mucho más potente. El 18 de julio de 1898 Marie y Pierre presentaron una memoria conjunta con sus resultados.
El elemento en cuestión era esquivo y difícil de conocer porque de él sólo había trazas; en la pechblenda estaba en una proporción menor a una millonésima. Empezaron con una taza con 100 gramos de pechblenda y de ella consiguieron aislar dos nuevos elementos con radiactividad muy superior a la del uranio, a los que llamaron polonio y radio, este último mil veces más radiactivo.
En Marie se da un caso raro y magnífico en la historia de la ciencia. No sólo es la científica que descubre el radio y el polonio y abre una que va a revolucionar la física del siglo XX; también es el modelo de persona honesta e incorruptible que deja escritos con su vida los ideales del científico.
Obtuvo el reconocimiento muy pronto, y en esto le ayudó su esposo Pierre, con el que formó una pareja muy compenetrada en todos los sentidos. Con él obtuvo el primer Premio Nobel y siguió luego sola, tras su muerte, logrando el segundo Nobel y tantos otros objetivos.

Lise Meitner


Lise Meitner descubriría la fisión del átomo, que llevaría a una nueva y gigantesca fuente de energía y también a la bomba atómica. Lise recordará esos veranos en los que se combinaba la ciencia, el arte y la amistad en un mundo especial del que ella formaba parte, como un «mágico acompañamiento musical».

Lise Meitner nació en Viena el 7 de noviembre de 1878 en una familia judía no interesada en el judaísmo, procedente de Moravia, hoy en la República Checa.
Lise empezó a colaborar con Otto Hahn en la investigación de los rayos beta y las fuentes que producen esa radiación, y con los resultados publicaron hasta veinte artículos en las revistas especializadas. Así se fueron dando a conocer en la comunidad científica. Lise también dio sus primeras charlas y asistía a las conferencias y congresos de la Sociedad Alemana de Físicos. En la Reunión de Científicos y Físicos que tuvo lugar en 1909 en Salzburgo conoció al joven Einstein, que tenía la misma edad que Lise y presentó su revolucionaria teoría de que la luz era al tiempo onda y partícula.
Lise descubrió que había gran afinidad entre la cosmología y la física nuclear y vio la posibilidad de emplearla para conocer la edad de la Tierra y de los astros. Ella y Otto Hahn calcularon que nuestro planeta tiene alrededor de 10.000 millones de años; más tarde se sabrá que la cifra es de unos 4.500 millones.
Lise observó también que la energía se liberaba de dos formas: por fusión de núcleos ligeros para formar otros más pesados, y por desintegración de un núcleo pesado que daba lugar a otros más ligeros. Publicó que en el laboratorio había podido observar ambos procesos producidos artificialmente. Según Rutherford, la energía latente en el átomo era enorme, aunque por entonces no se le veía mucha aplicación.
En el laboratorio Lise siguió empeñada, con escasísimos medios, en encontrar el elemento 93, pero en Berkeley, McMillan y Abelson se le adelantan y dan con él; lo llamarán neptunio. Lise se siente un tanto desmoralizada. A las tareas del laboratorio se suman las penurias de la guerra; la situación de muchos científicos es dramática y ella ayuda con sus medios: escribe a sus colegas norteamericanos para que acojan a Stefan Meyer e intenta recolocar a otros en Europa, pues su capacidad para relacionarse sigue siendo muy notable. Desde Alemania e Italia especialmente se produce una fuga masiva de cerebros, que son acogidos en las universidades y laboratorios de Inglaterra y Estados Unidos. Los que han escapado a tiempo están de suerte, porque en Alemania han empezado las deportaciones en masa. Después de la guerra, Lise recibe, si no el Nobel, muchos reconocimientos, como la medalla Max Planck, junto con Otto Hahn, el Premio Otto Hahn de 1955, el Premio de las Ciencias y las Artes de Viena, entre otros muchos galardones que ella aceptó. Murió pocos días antes de su noventa cumpleaños, el 27 de octubre de 1968.
A principios del siglo XX los científicos de todo el mundo emprendieron una carrera por el descubrimiento de la materia, el átomo y sus secretos. A las hipótesis y modelos de científicos como Bohr o Rutherford se suman las contribuciones de los muchos laboratorios de investigación básica, que van avanzando desde los electrones, elementos más superficiales del átomo, hasta la conquista del núcleo. Son los momentos del mayor esplendor de la física, una auténtica edad de oro que, en Berlín, concentra a un grupo primeras figuras con gran protagonismo en la revolución de la física atómica: Albert Einstein, Max Planck, Geiger, Hertz y Lise Meitner, entre muchos otros que pertenecen a la historia de la ciencia y que en los libros de texto de física y química dan nombre a los elementos químicos, efectos, instrumentos o unidades de medida que hoy forman parte de nuestro vocabulario, como el contador Geiger o los herzios…
En agosto de 1982 un grupo de investigadores alemanes liderados por Armbruster y Münzenberg descubrieron el elemento químico que ocupó el número 109 en la tabla periódica. En 1994 la Unión Internacional de Química Pura y Aplicada —IUPAC— le dio el nombre de meitnerio, en honor a Lise Meitner. Se trata de un elemento sintético con una vida media de 3,4 milisegundos.
Hoy ya conocemos casi todas las piezas que componen la materia: a electrones, protones y neutrones se han unido los quarks, los neutrinos, los leptones, los gluones, etc.; incluso conocemos las fuerzas que los unen. El gran interrogante de la nueva física, como hace un siglo lo fue el núcleo, que dio paso a la era nuclear, es ahora la búsqueda de la superfuerza que unifique en una sola todas las demás, la gran fórmula de la unificación que componga en una sola imagen el gran puzzle de la materia.

Rosalind Franklin


Rosalind monta en el laboratorio un moderno instrumental para obtener las imágenes del ADN. Proyectando un haz de rayos X a través de unas fibras de ADN logra unos resultados excelentes. Entre principios de 1951 y el verano de 1952 da los pasos decisivos. Primero descubre que hay dos formas o estados del ADN, el A y el B, los distingue entre sí y comprueba cómo se realiza la transición de uno al otro. El ADN A está deshidratado y es más cristalino. El ADN B está hidratado como en la vida real y su estructura es más difícil de ver, porque produce imágenes más confusas. Pero Rosalind consigue descifrarlas en una muestra de ADN de timo de ternera y descubre su huella o patrón en la placa impresa. En el King’s lo único que tenían cuando ella llegó eran unas fotos de la forma B, que creían que era la única. En mayo de 1952 Rosalind, con el difractómetro de rayos X que le permite fotografiar la cara del B del ADN hidratado, consigue la famosa Foto 51.

Entre las muchas que hizo tras irradiar el ácido desoxirribonucleico, el ADN, la Foto 51 dejaba ver
una perfecta X en el centro, que Rosalind interpretó como el «retrato» de la estructura helicoidal, en forma de escalera de caracol de la macromolécula. De esta imagen simétrica y redondeada se podían deducir muchas más cosas sobre ella: para empezar, que en cada vuelta de la hélice había diez unidades o bloques moleculares, a juzgar por el número de líneas que se apreciaban, y por otra parte, que la medida de cada vuelta era de 34 ángstroms. Esto era la columna vertebral del ácido desoxirribonucleico.
La ya popular molécula de ADN, portadora de la herencia genética, se encuentra en el interior de cada célula de un ser vivo, y a su vez dentro de lo que se llama «núcleo». Está enrollada en unas estructuras con forma de bastoncitos que se llaman cromosomas, que existen por pares idénticos en un número variable según cada especie; el hombre tiene 46 cromosomas: 22 pares más otro par de cromosomas sexuales.
La larga molécula se enrolla alrededor de cuatro elementos que se llaman «nucleosomas». La cadena primero da dos vueltas alrededor de un nucleosoma y luego se suelta, vuelve a enrollarse en torno al segundo nucleosoma y se queda, y así sucesivamente.
El ADN tiene forma helicoidal, como una escalera de caracol. Tiene un esqueleto fijo e invariable, las dos «barras» laterales de la escalera, que están formadas por grupos de fosfatos y azúcares, mientras que los peldaños, que son la parte variable, están formados por pares de bases, con un puente o enlace de hidrógeno entre cada par.
Cada base se une siempre con la misma pareja: la adenina con la guanina, A-G, y la citosina con la timina, C-T.
La molécula está organizada en unidades funcionales llamados «genes», que representan el 10 por ciento de la molécula, mientras que el 90 por ciento restante se llama «ADN basura» y se desconoce su papel.
Cada gen lleva las órdenes para fabricar una proteína determinada —se dice que codifica para una proteína concreta—; las proteínas son los ladrillos de que está hecha la materia viva.
Su trabajo científico se inició en la fisicoquímica, siguió en cristalografía y acabó aplicando su experiencia en la biología molecular, donde sus resultados fueron brillantes en el poco tiempo en que investigó. No pudo saborear del todo el éxito que ella mereció, porque se lo quitaron en parte y sufrió la invisibilidad de otras muchas científicas; sin embargo, vivió lo suficiente para disfrutar con su trabajo y lograr otros resultados. Contribuyó de forma fundamental a uno de los descubrimientos más importantes del siglo, aunque quizá no llegó a vislumbrar hasta qué punto su contribución iba a ser importante. Luchadora apasionada, colocó un peldaño básico en el camino hacia los avances médicos y biológicos que hoy vislumbramos.
Watson, Crick y Wilkins consiguieron en 1962 el Premio Nobel de Fisiología y Medicina por su trabajo en el descubrimiento de la estructura del ADN, y aunque el nombre de Rosalind Franklin no se mencionó, ni se reconoció su contribución al descubrimiento de la estructura del ADN, ésta fue al menos comparable al de los galardonados.
Rosalind, científica meticulosa y con instinto, nunca llegó a saber que su trabajo había sido tan importante para la biología, ni que el modelo triunfador de sus colegas de Cambridge se debía tanto a sus fotos. De hecho, no llegó a imaginar que aquellas fotos que realizó con exquisito método pudieran tener tanta trascendencia para la humanidad.

Mary Douglas Leakey


Apenas fue al colegio y creció con mínimas obligaciones y ataduras. Lo único que la ató de por vida fue el gusto por la arqueología y la paleontología, que conoció desde pequeña y desarrolló al lado de su marido, el paleontólogo Louis Leakey.

Como no hizo un examen en su vida, no pudo entrar en la universidad, pero al final recibió los honores de la Universidad de Oxford por sus descubrimientos.
Su primer gran hallazgo fue el cráneo de un Procónsul, uno de nuestros predecesores justo anterior a la bifurcación de nuestro árbol genealógico en humanos, por un lado, y grandes monos, por otro. Lo encontró en África, donde pasó gran parte de su vida, en un yacimiento del Mioceno de unos 18 millones de años de antigüedad situado en la isla de Rusinga, en el lago Victoria.
Después descubrió el Zinjanthropus, al que ella llamaba Zinj, que tenía potentes molares para comer raíces y tallos, y un cerebro de 515 centímetros cúbicos. Este Australopithecus boisei —clasificado después como Paranthropus boisei— vivió hace 1,75 millones de años.
Tampoco daba excesiva importancia a sus descubrimientos; consideraba que los pequeños restos del pasado que se han conservado y hemos encontrado no deben preocuparnos demasiado porque sólo son partes pequeñas y nos dan una visión sesgada e incompleta del todo.
Prefería las piedras a los huesos, a pesar de que sus grandes logros habían sido gracias a esos últimos.
El hombre moderno debió de aparecer en África hace unos 500.000 años y sus restos más antiguos —el Homo sapiens arcaico—, de 270.000 años de antigüedad, se han encontrado en el lago Turkana, en Kenia. Al mismo tiempo que este Homo evolucionaba en África, vivían en Europa y Asia Central los neandertales y en el sudeste asiático, el Homo erectus. De todos ellos, sólo el Homo sapiens consiguió desarrollar el cerebro y llegó a tener la mente simbólica y la capacidad reflexiva que le ha llevado hasta lo que hoy somos.
Mary contribuyó a reforzar la tesis de que África era la cuna de la humanidad y de que nuestro linaje es más antiguo de lo que se suponía. Así colocó algunas piezas importantes en ese rompecabezas con el que se ha hecho, y se sigue haciendo, nuestro álbum de familia.

LA REINA CAUTIVA

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Esta es la trágica historia de María Estuardo, reina de Francia y de Escocia. María fue reina desde la cuna y fue también el centro de los turbulentos acontecimientos que azotaron a su país. Apenas una criatura se vio obligada a huir a Francia donde pasó a ser la niña prometida del delfín.


Adorada por el rey Enrique II y por su querida, Diana de Poitiers, adorada por el delfín y por toda Francia: era la más hermosa y encantadora niña de que hubiera memoria. Todo hacía presumir la mayor felicidad en la vida de este ser. Y todo resultó tan distinto…

A la muerte de Enrique II, María es coronada reina de Francia. La prematura muerte del rey, su marido, y el clima de intriga que rodea a la joven viuda, la obligan a abandonar el país que adoró y retornar a la brumosa Escocia que la vio nacer Hombres inescrupulosos rodearon a la joven adolescente.

Siguió el fatal matrimonio con Darnley, el disoluto noble escocés. Y, por fin, el encuentro con Bothwell, mitad rufián, mitad aventurero. Audaz y sensual, supo despertar en María una pasión que no conoció freno.

El desenlace no se hizo esperar: será acusada de adulterio y asesinato. Y María tuvo que pagar un alto precio: la pérdida del trono y la entrada al cautiverio.

LOS ROMÁNOV (1613-1918)

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Los Románov gobernaron Rusia como zares y emperadores durante trescientos años. A través de la fuerza implacable de su personalidad, esta familia de peculiares pero brillantes autócratas transformó un reino débil y arruinado por la guerra civil en un imperio que dominó Europa. 

Pedro el Grande, el tirano borracho y asesino, gigante físicamente y reformador político; y Catalina la Grande, la apasionada princesa alemana que derrocó a su propio marido para convertirse en el estadista más sobresaliente de una edad de oro, fueron los dos más grandes gobernantes de Rusia. Elizaveta, que era tan promiscua como glamurosa, continuó el ascenso de Rusia como una potencia europea; más tarde los irresponsables y desequilibrados Pedro III y Pablo I fueron asesinados. Nicolás I censuró a Pushkin, se nombró a sí mismo Gendarme de Europa y luchó en la guerra de Crimea con Gran Bretaña. Finalmente, Nicolás II y Alexandra, a pesar de su feliz matrimonio y la tragedia de su hijo hemofílico, resultaron ser demasiado ineptos para salvar a Rusia de la Gran Guerra y revolución.


Esta es la historia de cómo Rusia se convirtió en el país que hoy conocemos. Simon Sebag Montefiore muestra que el imperio de autócratas y sus pequeñas camarillas siempre han dominado la historia de Rusia, desde el primer zar Románov en 1613, a través de la magnificencia de Pedro y Catalina y el torpe declive de Nicolás II, de los zares rojos -Lenin y Stalin en el siglo XX- y la presidencia autoritaria de Putin en el siglo XXI.

ABC DE LAS Y LOS MEXICANOS

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¿Cuáles son los usos y abusos de los y las mexicanas en el siglo XXI? ¿Cómo piensan, cómo actúan, que palabras comunes usan?

¿De dónde vienen las familias; cómo gobiernan en México los presidentes; qué uso le dan a las leyes?


Preguntas que la prestigiada autora del bestseller, Manual de la gente bien quiere responder de manera directa, divertida, para hacer sonreír a los mexicanos y las mexicanas, pero que también los extranjeros residentes en México o fuera del país comprendan a esta parte del mundo donde decir “sí” puede ser “no”, o donde es común utilizar palabras amable en diminutivo como “un momentito”, cuyo momentito puede durar horas en realizarse a la hora de tramitar una visa, salir a la hora que pide al turista o ser atendido en una dependencia del gobierno.

Inspirada en libros claves para entender a México, como El laberinto de la soledad, de Octavio Paz, o Anatomía del Mexicano, de Roger Bartra, pero lejos de la academia y muy cerca de la jocosa manera de ser de los mexicanos, Guadalupe Loaeza regresa al divertido estilo con el que nos tiene acostumbrados con sus grandes éxitos como Las niñas bien o Simplemente Martita.
 

CRONICA DE UNA AMANTE DE LOS LIBROS Template by Ipietoon Blogger Template | Gift Idea