Desde la singularidad intransferible del propio caso, Pilar Rahola escribe una carta a su hijo, un libro sobre la adopción sin dogmatismos ni pretendidas soluciones prácticas, solo partiendo de la experiencia radical y conmocionadora que en cualquier caso implica el hecho de adoptar una criatura.
Y once años después, pasado el tiempo y con el contrapunto de una nueva adopción, Ada, puede mirar hacia atrás y completar el círculo que convierte esta epístola íntima, Carta a mi hijo adoptado, en un libro universal.