Durante el invierno de 2010, en un pequeño pueblo del interior de Mallorca, Anna y Marina, dos hermanas que fueron separadas en su juventud, se reencuentran para vender una panadería que han heredado de una misteriosa mujer a la que creen no conocer. Son dos mujeres con vidas muy diferentes.
Anna apenas ha salido de la isla y sigue casada con un hombre al que ya no ama. Marina viaja por el mundo trabajando como cooperante de una ONG.
Mientras intentan desentrañar el secreto que encierra su herencia, tendrán que hacer frente a los viejos conflictos familiares, a la vez que intentarán recuperar los años perdidos.
Esta novela es una historia sobre la amistad femenina, sobre secretos guardados y recetas de pan olvidadas. Pero, sobre todo, es la historia de unas mujeres que aprenden a decidir, con libertad, sobre su futuro.
Un libro que se ve, se huele, se toca.
Esta bellísima historia me ha transportado, a través de sus líneas, me situó en la isla de Mallorca, me llevó hasta África, y me hizo querer muchísimo a sus personajes (que son adorables), llorar y reír con ellos.
Una narración simple y plena, colmada de olores, de colores. Si nos dejamos llevar, sentiremos el perfume del pan recién horneado, el calor de esos distintos hogares que construimos durante una vida, veremos el color de las amapolas y de las telas africanas. Pasaremos por el dolor y la crueldad de Africa, el sentir de la maternidad, la difícil vida conyugal, pero esencialmente leeremos sobre la verdad y la mentira.
Anna y Marina se reencuentran luego de 15 años para recibir una herencia que les dejó una mujer a la que desconocen.
A partir de allí, tratarán de resolver sus conflictos, se redescubrirán a ellas mismas y confirmarán que ese amor de hermanas que las unía, sigue intacto. Y juntas volverán a plantearse qué es lo quieren de sus vidas.
Una historia que me ha atrapado desde el principio, muy dulce, bien escrita y con un ritmo que te lleva solo.
Finalmente, un libro sobre el amor…que te envuelve como un abrazo.