martes, 6 de noviembre de 2018

LOS EMPERADORES MALDITOS 01: CALÍGULA

Publicado por Lucky en 16:12 0 comentarios
Cuando el moribundo Tiberius confía en la familia de Calígula la sucesión del imperio con el fin de restaurar el orden, el destino de Roma cambia y aparece uno de los tiranos más infames de la historia, Calígula. 

Pero ¿era Calígula realmente un monstruo? Olvídate de todo lo que crees saber y deja que sea Livilla, la hermana pequeña y confidente del emperador, quien te cuente qué es lo que realmente pasó: cómo su querido hermano se convirtió en el hombre más poderoso de la tierra y cómo, con mentiras, asesinatos y traiciones, Roma cambió para siempre... 

El primer volumen de una nueva serie sobre los emperadores malditos de Roma, aquellos que fueron borrados de la historia. 

Una novela magistral que muestra a Calígula como nunca te lo habían contado.

CUANDO ÉRAMOS HERMANAS

Publicado por Lucky en 15:50 0 comentarios
Cuando éramos hermanas es la historia de Maxine y Sheila Kohler. Mientras crecen en la sociedad elegante y a la vez sofocante de la Sudáfrica de los años 50, ambas esperan tener unas vidas esplendorosas. Maxine va a cumplir 40 años, cuando su marido, un cirujano brillante y respetado, conduce su coche, se sale de la carretera y la mata. La historia está contada en primera persona por su hermana. Una historia verídica que se lee como una novela. Un peculiar y terrible caso de violencia machista. 

Hay historias misteriosas que no cuentan del todo sino que ocultan cuidadosamente de ellas tanto como revelan.
Sheila Kohler escribe Cuando éramos hermanas para vengar la muerte de su hermana. Así lo expresa en varias ocasiones. Sin embargo, la sensación final, al menos la mía, es que escribe esta historia para explicarse a sí misma, para tratar de entender, para plantear infinitas preguntas para las que no siempre tiene respuestas.

Es un libro más complejo de lo que parece y que contiene muchas claves que explican la violencia de género y los hilos invisibles que hay detrás de los silencios que rodean dicha violencia. Y aunque el contexto es muy concreto: la Sudáfrica de los años 50, la época del APARTHEID, en una sociedad machista, racista, violenta… sin embargo, el tiempo parece detenido en cuanto a las piezas que forman la piedra angular de lo que hay por debajo de la violencia de género también en la actualidad.
El aspecto es lo más importante; es lo que les ha permitido progresar: la ropa, el tipo, la cara.
Sobre todo, madre duerme.
Y bebe 
El contexto social, político e histórico es importante, pero (¡ay!) el contexto familiar no lo es menos. Maxine y Sheila Kohler nacen en el seno de una familia blanca, acomodada, y con un peculiar desapego afectivo. No entre las hermanas, al menos cuando eran niñas porque, como todos los niños, nacen y (durante un tiempo) crecen ignorantes y libres. El afecto que no encuentran en sus padres (padre ausente, madre adicta al alcohol y las drogas y más centrada en sus hermanas que en sus hijas) se lo prodigan entre ellas. También muestran un gran apego a la cultura y a los libros.
Con facilidad, mucha facilidad, jóvenes, sanas y fértiles, mi hermana y yo quedamos embarazadas. Nuestros maridos parece que nos prefieren embarazadas. La píldora todavía es controvertida, el ginecólogo de Maxine no la recomienda. Produce varices, dice.
Con los mimbres emocionales que han ido construyendo, en una época, lugar y sociedad claramente misógina, toman decisiones. Su acomodada situación no les libra de las decisiones equivocadas, de los silencios, del miedo, de las injusticias. El dinero no da libertad ni mucho menos lucidez.

Aunque Sheila Kohler critica las normas sociales, racistas y machistas, en las que se educó, no pudo evitar que su vida estuviera marcada por esas propias normas. Al fin y al cabo, ella también calló. Calló cuando su marido le fue infiel. Calló cuando supo que su hermana era víctima de la violencia machista de su marido. Y porque calló, utiliza la única herramienta que siente que es realmente suya para terminar con el silencio: la escritura.
Estamos separadas por el tiempo y por grandes distancias, pero sobre todo por nuestras propias y a menudo secretas preocupaciones.
Nuestras propias preocupaciones nos alejan de las preocupaciones de quienes amamos. El dolor es egoísta. Vale. Es así. Tampoco es malo ser egoísta, a veces es necesario. Pero hay límites para ese egoísmo. Un territorio invisible pero necesario en el que es ineludible dejar de mirar nuestros ombligos, alzar la voz, no consentir. 

En un momento dado Sheila se pregunta qué es lo que les ata a esos hombres (sus maridos) que tanto daño les hacen. No hay una respuesta explícita, pero sí está claramente expuesta y sobreentendida a lo largo de la narración. Los motivos de los silencios, las relaciones materno-filiales (Sheila aconseja a su hermana que vuelva con -por- sus hijos), las presiones silenciosas pero atroces del entorno, de tu propia educación y vivencias…
Aunque dejé que pasase, y no hice nada para pararle excepto ofrecerle mi cuerpo tenso y nada dispuesto, en cierto modo sentía que algo del interior de mí misma había sido profunda e irrevocablemente violado.
Porque una de las razones por las que este libro termina por ser más intrincado de lo que aparenta es esta forma sutil de exponer y relatar. En el párrafo anterior está descrita, de una forma precisa y sencilla, lo que es sentirse violada dentro de una relación consentida. No se detiene ahí, porque la memoria y los recuerdos siempre están en movimiento, aunque en ocasiones se muevan en círculos (más o menos viciosos), así que avanza en esos recuerdos. Pero cuando terminas la última página y dejas reposar lo leído, tomas conciencia de esas perlas envenenadas que Sheila ha ido dejando a través de sus recuerdos. Es por ello que cuando terminas la lectura, te das cuenta de cuántas capas contienen sus páginas, y descubres una estructura mucho más rica de lo que percibías según ibas leyendo.

 

CRONICA DE UNA AMANTE DE LOS LIBROS Template by Ipietoon Blogger Template | Gift Idea