Nadia ha sido nominada al premio Nobel de la Paz, y la historia de su cautiverio y de sus experiencias como esclava sexual del Estado Islámico ha dado la vuelta al mundo. La joven se ha convertido en portavoz de todos aquellos que han sufrido la violencia del Daesh, en la cara del genocidio yazidí y en una de las líderes de un movimiento que busca liberar a las aproximadamente 3.500 mujeres y niñas que todavía viven como esclavas, lo que le ha valido la amenaza de muerte del grupo terrorista.
«Deseo contar mi historia y explicar lo que me sucedió y lo que les sigue sucediendo a todas las mujeres que están en manos del Estado Islámico», declaró Nadia Murad. «Fui objeto de todas esas atrocidades y allá donde voy la gente siente compasión de mí, pero todavía no se ha llevado a cabo ningún rescate ni se ha visto ningún progreso». Nadia se ha convertido en una heroína popular: sus seguidores suben a la red retratos que hacen de ella, hay grafitis de su imagen por todo Irak y cientos de miles de personas han visto el vídeo viral de su discurso ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. «Me siento abrumada por el apoyo de muchas personas, ONG, países y víctimas; sin la ayuda de todos esto no sería posible», decía en un tuit Nadia Murad.
Nombrada embajadora de Buena Voluntad de las Naciones Unidas por la Dignidad de los Supervivientes de la Trata de Personas y distinguida con el premio Václav Havel de Derechos Humanos y el premio Sájarov a la Libertad de Conciencia, Nadia Murad vive actualmente en Alemania. Junto con Yazda, organización defensora de los derechos de los yazidíes, trabaja por llevar el Estado Islámico ante la Corte Penal Internacional por cargos de genocidio y crímenes contra la humanidad. A finales de septiembre de este año, la ONU aprobó una resolución histórica en la lucha contra el Estado Islámico, por la que un equipo de investigadores analizará los crímenes de guerra y el genocidio aplicado en Irak, especialmente contra la minoría yazidí. La resolución se puede calificar de histórica, porque es la primera que sirve como herramienta para castigar a los yihadistas y proteger a sus víctimas. Y si alguien ha peleado para que se apruebe es Amal Clooney. Reputada abogada especializada en Derecho Internacional -y conocida por el gran público como la esposa del actor George Clooney-, ha representado durante el último año a Nadia Murad, y firma el prólogo del libro. Actualmente, más de 3.000 mujeres y niños yazidíes siguen secuestrados en países bajo control del Estado Islámico -se estima que han llegado a ser 100.000 los que se encontraban en esta situación-, que en los últimos tres años ha asesinado a unos 10.000 miembros de esta minoría, mientras unos 400.000 han sido desplazados. «Ahora nos aseguramos de que quien perpetró estos crímenes acabe ante la justicia. Lo más triste era ver que se iban a salir con la suya, con total impunidad, y eso no va a pasar», ha declarado Nadia Murad en la BBC.
El 15 de agosto de 2014, la vida de Nadia Murad cambió para siempre. Las tropas del Estado Islámico irrumpieron en su pequeña aldea del norte de Irak, donde la minoría yazidí llevaba una vida tranquila, y cometieron una masacre. Ejecutaron a hombres y mujeres, entre ellos a su madre y seis de sus hermanos, y los amontonaron en fosas comunes. A Nadia, que tenía veintiún años, la secuestraron, junto a otras miles de jóvenes y niñas, y la vendieron como esclava sexual. Los soldados la torturaron y violaron repetidamente durante meses, hasta que una noche logró huir de milagro por las calles de Mosul y una familia musulmana la cobijó. Se refugió en su casa durante quince días antes de huir a uno de los muchos campos de refugiados atestados que hay a las afueras de Duhok, en Kurdistán. Acogiéndose a un proyecto alemán de ayuda a los refugiados consiguió escapar a Alemania. Una vez allí, se propuso contar su historia para que no fuera olvidada, exhortando a líderes de todo el mundo a detener los crímenes del Estado Islámico y el genocidio de su pueblo. Ahora, por primera vez, cuenta cómo fue su peligroso viaje hacia la libertad.
De pequeña, Nadia, una niña campesina, jamás hubiera imaginado que un día hablaría ante las Naciones Unidas ni que estaría nominada al premio Nobel de la Paz. Nunca había pisado Bagdad, ni siquiera había visto un avión. Hoy la historia de Nadia insta al mundo a prestar atención al genocidio de su pueblo. Es un llamamiento a la acción para detener los crímenes del Estado Islámico, un poderoso testimonio de la fuerza de voluntad humana. Yo seré la última es, asimismo, una carta de amor a un país desaparecido, a una comunidad vulnerable y a una familia devastada por la guerra.