martes, 17 de octubre de 2017

LA BESTIA DE PARÍS Y OTROS RELATOS

Publicado por Lucky en 21:38 0 comentarios
Pasó injustamente desapercibido La bestia de París y otros relatos de la alemana Marie-Luise Scherer (1938, Saarbrücken) redactora de Der Spiegel y galardonada por su labor periodística con el Premio Ludwig Börne; editado con el esmero habitual por Sexto Piso nos encontramos con cuatro relatos que parten de una base periodística y a los que la escritora da forma novelística.

Es muy interesante comprobar las diferentes aproximaciones que se pueden hacer partiendo de esta misma proposición; tal es el caso de Renata Adler o de Svetlana Aliexiévich (de la que hablaré la próxima semana) que se alejan un poco del acercamiento de Scherer; la primera convierte la información en retazos (des)ordenados que configuran la realidad mientras la segunda se basa en las entrevistas que realiza sobre un tema concreto (Chernóbil, Afganistán…) para conformar una especie de relato oral; la alemana adopta un tipo de narración predominantemente novelística dando voz a los personajes que transitan por ella como si fueran ficcionales y utilizando un elemento conductor, un leitmotiv geográfico y emocional: la ciudad de París. Ejemplo paradigmático de su buen hacer es el primero de los relatos que da nombre al conjunto.

En “La bestia de París” se relatan las andanzas de Thierry Paulin (1989) que, a lo largo de cinco años asesinó a más de veinte ancianas en París junto con su cómplice Jean Thierry Mathurin solamente por el (aparente)  fin de mantener una vida de derroche y glamour; la escritora describe a la perfección los asesinatos que se van sucediendo y aprovecha para diseccionar las características, los rasgos que los definen y que, al mismo tiempo le sirven para explicar su personalidad:
“Entre todos los asesinatos que ocurrían a diario en París, la muerte de Iona Seigaresco despertó cierto interés. Aquella maestra jubilada, oriunda de Rumanía, era la cuarta anciana que perdía la vida de una manera similar en un plazo de cuatro semanas. Atada de pies y manos, con una mordaza en la boca, yacía en su recibidor, asesinada a golpes. Tenía rotos la nariz, el mentón, la cervical y las costillas del lado derecho. Aún llevaba puesto el abrigo, al lado de la cabeza estaba el sombrero, y junto a la puerta, la bolsa de la compra.
El piso parecía haber sido registrado con un brío furioso. En el caso especial de la víctima Seigaresco, el asesino, además, se había visto decepcionado en sus expectativas debido a la enorme cantidad  de libros que tenía la mujer, lo cual tiene que haber despertado en él unas ganas tradicionales de revancha. Por encima de todo lo que había regado por el suelo, estaban, abiertos y destripados, el sofá y los sillones.”

Paulin y Mathurin, en las palabras de Scherer, se convierten en personajes novelescos desde el mismo momento en que describe el sitio donde viven, introduciendo de esta manera uno de los tantos barrios de París, un barrio humilde, en un hotel sencillo donde la vida no es noble pero tampoco es tan mala:
“Thierry Paulin y Jean-Thierry Mathurin viven a lo largo de todo el año 1984 en el hotel Laval, en el número 11 de la calle Victor-Massé, en el noveno distrito. Con una estrella, es un hotel de la más baja categoría: una cama, una mesa y una silla conforman el deslucido mobiliario. Las habitaciones no están sucias, pero son miserables; los inquilinos, en la mayoría de los casos, son huéspedes permanentes con profesiones nocturnas e ingresos irregulares. El único objeto de valor en su escaso equipaje es una moderna chaqueta de cuero. El dinero se les va en el alquiler diario de 185 francos, en servicios rápidos de tintorería, en paquetes de Marlboro y en los menús para llevar de las cadenas de comida rápida norteamericana. Les restan un par de carreras en taxi y las cervezas de lata de la máquina, que hacia el amanecer, cuando regresan al hotel, ponen el sello a la noche. No es una vida noble, pero tampoco es una vida tan mala para París, donde un hotel como éste es algo más que un techo bajo en el que cobijarse.”

Es sintomático de su carácter el que se encuentren en la habitación más cara y describe ciertos rasgos que sirven para configurar una personalidad obsesiva que no acepta una vida alejada de la riqueza; sus hábitos eran de ricos, su vida estaba alejada de estos ámbitos:
“Paulin, de veintiún años, y Mathurin, de diecinueve, ocupan la habitación más cara, la que cuesta 85 francos. Disponen de un armario para la ropa y de una ducha, viajan habitualmente en taxi y jamás se los ve en la escalera del hotel con un sándwich en la mano. Son gente solvente, y especialmente Paulin tiene el hábito de dar buenas propinas. La sala de estar, aparte de una pecera sin iluminación y un aparato de televisión, no muestra ningún otro elemento de atrezzo que incremente la sensación de habitabilidad; Paulin se ocupa de crear ambiente, invitando a todos a bebidas de la máquina.”

París actúa como desencadenante de muchas de las situaciones, como si de un ente vivo se tratara, solo tenemos que comprobarlo en las “empinadas calles de Montmartre” que causarán, en última instancia, las circunstancias de la muerte de una nueva anciana, desvalida por tener que recuperar el aliento que ha perdido al subirlas: 
“Las empinadas calles de Montmartre, que muchas veces se convierten es escaleras, obligan a las ancianas a detenerse en repetidas ocasiones. Durante esas etapas buscan siempre un contacto visual que clama cierta indulgencia.
Jeanne Laurent, de ochenta y dos años, podría estar ya agotada en ese momento debido al desnivel de la calle Eugène-Carrière, cuando aún tiene por delante la escalera de la calle Armand-Gauthier, en cuyo extremo, en el número 7, vivía. Y así debieron de tropezársela el asesino y su cómplice: apoyada en la barandilla, recobrando el aliento.”

Lo geográfico está, por lo tanto, indisolublemente unido a la narración, presente en todo momento y sirviendo como hilo conductor narrativo; la caracterización e investigación de la escritora alemana indaga hasta buscar las causas que originan todo, el fin último de Paulin: ese afán por ser famoso/rico/poderoso.

“Mientras que para Paulin se cumple su anhelo de fama, Mathurin ruega a los agentes, temiendo no poder conseguir nunca más un puesto de trabajo, que no hagan público su nombre. Aún no se ha fijado la vista para un juicio contra Mathurin, que permanece en prisión preventiva en la cárcel de La Santé.

El 17 de abril de 1989, Paulin, que ha pasado a la historia criminal francesa con el apodo de “La Bestia de París””, muere de sida a la edad de veinticinco años en el hospital de la penitenciaría de Fresnes.”

De diferente índole es el segundo relato “El último surrealista” donde, por el contrario, se refleja la  atmósfera literaria de principios del siglo XX en París, el ardor manifiestamente cultural por la Belle Époque, una época donde lo bohemio cobró una gran importancia:
“La presentación me llevaría hasta un piso parisino que, por estar situado en el decimosexto distrito, tendría que haber sido elegante. Por lo menos las ventanas francesas que llegaban hasta el suelo hubieran debido tener, en correspondencia, largas cortinas, y en el espacio entre dos ventanas debió haber, en cada caso, un mueble singular. Pero fue todo lo contrario.

Un cartel con las letras en vertical, con el nombre de Résidence d’Auteuil, destaca en la fachada del número once de la calle Chanez. La escalera de entrada podría llevarnos hasta el monumento a un soldado, y a su parte delantera se une una instalación con baños y duchas masculinas. Una desolada llave maestra para miles de usos humanos.”

Un periódo en el que sonaban los nombres de Satie o Picasso (y otros colosos culturales) y donde la poesía era tan relevante para lo cultural que se entendía como una creación colectiva, más que individual:
“Los esnobs de París no hacen sino hablar de un ballet de Diaghilev: PArade; la música es de Eric Satie; la escenografía y el vestuario, de Pablo Picasso; el breve libreto es de Jean Cocteau, que publica, para la plebe que se divierte, “sus tres líneas de texto”, (Soupalt), con lo cual contribuye al éxito del conjunto. También para Philippe Soupalt, Cocteau será (y seguirá siendo) una figura negativa, un tipo escurridizo, a resguardo en la Cruz Roja por su ineptitud para el frente, siempre detrás de los que tienen las verdaderas ideas.

En el penúltimo año de la guerra, el joven Soupault, alto y delgado, yace en un hospital militar de París con tuberculosis pulmonar. En ese estado febril, que estimula su fantasía, lee los cantos de Maldoror, de Isidore Ducasse, que se hace llamar “Conde de Lautréamont”. Soupault, que hasta entonces ha leído de una manera desenfrenada, sin orden, se queda prendido de un pasaje del texto en el que encuentra algo tan bello “como el encuentro inesperado de una máquina de coser y de un paraguas encima de una mesa de autopsias”. A través de la frase apelativa de Lautréamont (“La poesía debe ser hecha por todos, no por uno solo”), se ve imbuido de la certeza casi paroxística de formar parte de esa poesía.”

En “Cosas sobre Monsieur Proust” Scherer ahonda en la figura de Proust gracias a la excusa de describir un rodaje cinematográfico de una obra del autor, es imposible no rendirse incondicionalmente ante un personaje que vive gracias a contar las vicisitudes que vivió el escritor francés:
“Parece que el elixir de su vida reside en contar a la gente cosas sobre Monsieur Proust. Un mal que ahora sólo la hace sonreír son esos señores pertenecientes a la clase social de Monsieur Proust que envidian su proximidad con él; que sienten celos por el polvo dental que ella tenía que sacudirle de la solapa cuando salía por las noches.”

Para terminar la antología volvemos al presente con “Grititos de reencuentro” donde se dedica a la moda parisina y sus fastuosos desfiles, gloriosas descripciones se acompañan de reflexiones más profundas y que van más allá de la superficial puesta en escena:
“Para este pandemonio de damas parisinas cuenta en la moda, únicamente, lo que ellas también puedan vestir. Una excepción la hace el vestido de novia al final del desfile, algo de por sí impracticable, ya que en el caso de todas ellas el momento de pasar por el altar quedó atrás hace mucho tiempo. Como una anteojera, al vestido le crece desde el talle una especie de corola gigantesca que llega hasta más arriba de la cabeza, como si hubiera que proteger a la novia de un repentino cambio de opinión.

A menudo lo sensacional de un desfile de moda no está en la moda en sí. Porque a menudo lo que queda bien grabado en la memoria, más que las prendas de ropa, es la puesta en escena. La moda, para decirlo de una forma guarnecida, sólo ofrece el pretexto para un nuevo tema de conversación.”

Heterogénea recopilación de relatos que nos descubren a una narradora como la alemana capaz de reflejar París desde sus diferentes ámbitos: desde los asesinatos de uno de sus habitantes hasta los desfiles de moda, pero siempre con una gran capacidad analítica/descriptiva y un estilo propio caracterizado por su claridad con pequeños estallidos líricos. Una gran lectura.

EL LIBRO DE AURORA

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En vida, Aurora Bernárdez (Buenos Aires, 1920-París, 2014) nunca publicó un libro. Se la conocía como la eximia traductora de grandes escritores y, sobre todo, como la primera esposa de Julio Cortázar, con el que vivió desde 1952 hasta 1967, cuando él y la escritora lituana Ugné Karvelis iniciaron una larga relación. Tras el divorcio, Aurora se convirtió en la mejor amiga y la persona más cercana a Julio. En 1982, murió la estadounidense Carol Dunlop, la segunda esposa de Cortázar, y Aurora volvió junto a Julio, ya muy enfermo, para asistirlo hasta la muerte de éste en 1984. Él la había designado su heredera universal y su albacea literaria.

A pesar de su voluntad de silencio, los amigos de Aurora sabían que ella escribía. Afortunadamente la acertada intervención de sus herederos impidió que los papeles de Bernárdez, tras su muerte en 2014, a los 94 años, se perdieran. La cosecha, después de un prolijo estudio, es El libro de Aurora, que reúne poesías, cuentos, notas de la autora, así como la transcripción de la única y extensa entrevista (80 páginas) que ella concedió en su vida para el documental La vuelta al día, del compositor y cineasta Philippe Fénelon. Él, fiel a la amistad que mantuvo con Aurora, se encargó junto con Julia Saltzman de la edición de este libro.


Las razones de esa "clandestinidad" literaria fueron el hermano mayor de Aurora, el poeta Francisco Luis Bernárdez, y naturalmente Julio Cortázar. Dice Aurora en la entrevista de Fénelon: "No podía competir. No podía hacer lo que hacían otros porque no podía caer en el ridículo (.)".

Aurora es una notable poeta, de pocos poemas (80). En ellos, hay sensualidad, asordinado dolor y versos con la elegancia precisa de un teorema. Por ejemplo, dice refiriéndose a San Sebastián: "Por las brechas azules de sus ojos / Hunde la golondrina / Su grito traspasado / De delicia". En cuatro líneas, resume siglos de imaginería erótica sobre el cuerpo más pagano y deseado de la cristiandad. Y qué bien retrata a Julien Sorel, el protagonista de Rojo y negro de Stendhal, antes de morir ajusticiado: "Pálida la secreta ambición, / Vestido como un preceptor, / Piensa en Mademoiselle de la Mole / Acechando el redoble / de la ejecución."

La segunda parte de El libro de Aurora la integran ocho cuentos. Se ha dicho que recuerdan los de Cortázar y los de Silvina Ocampo, su amiga, con los que compartía el gusto por el humor siniestro, los personajes infantiles perversos y las historias de familia falsamente ingenuas. Varias de sus criaturas están vistas con una mirada condescendiente y burlona que, por medio del léxico, clava, como mariposas, en la clase media popular porteña. Los chicos toman "la leche"; los nombres van precedidos por los artículos: "la Elvira". Las mujeres son "decentes". El último cuento, "Arrancada", de carácter autobiográfico, narra cómo Ugné Karvelis desplazó a Aurora en el amor de Cortázar y desvió el curso de la obra de éste convirtiéndolo a la literatura comprometida, una vertiente de lo sublime para la que no estaba dotado.

El tercer panel del libro está dividido en "Viajes" (espléndida la crónica del viaje a Sanlúcar), "Artes y oficios" (reflexiones sobre artistas, escritores y temas literarios) y "Vida". Hay una anotación que oficia de advertencia. A partir de una cita de Ortega y Gasset ("Toda vida es secreto y jeroglífico"), dice sobre la biografía: "No hay método seguro para acertar con la clave arcana de una existencia ajena".

En la última parte, "Conversaciones", Aurora despliega lo más parecido a sus memorias: la niñez, la vida junto a Julio desde el momento en que la escritora Inés Malinow se lo presentó en la confitería Richmond de Florida, la vida separada de Julio y la vida en soledad. Cuando Fénelon le pregunta a Aurora cuál es su posición ante la literatura, responde de modo contradictorio y revelador por la resignación que insinúa: "La de lectora. (.) La lectura es quizá lo que más satisfacción me ha dado en esta vida, sin duda".

Es extraño hasta qué punto leyendo El libro de Aurora, un libro no deliberado, uno siente que tiene entre sus manos la vida de la autora y que parte de esa vida nos espeja porque ingresamos en la zona de silencio y oscuridad compartida por todos que pretendemos ignorar.

UN DULCE OLOR A MUERTE

Publicado por Lucky en 16:40 0 comentarios
Una mañana muy temprano, Ramón descubre el cadáver de Adela en unos campos de avena cerca de Loma Grande. Ramón apenas había visto a Adela en un par de ocasiones, pero en el mismo instante en el que el muchacho cubre con su camisa el cuerpo desnudo de la muerta, comienza a difundirse el rumor de que Adela era su novia. 

A partir de ese momento, los hechos se irán desencadenando irremediablemente y Ramón se verá obligado a vengar la muerte de la joven. Su corazón es quien le obliga actuar, su corazón y un pueblo entero que se convierte en el protagonista de la novela, en el creador de una ofensa y de una venganza inevitable. 

Un dulce olor a muerte es una novela fascinante en que la pasión y el orgullo dictan cada una de las decisiones de los personajes, la venganza se convierte en destino y la verdad se muestra en su faceta más ambigua y demoledora.
 

CRONICA DE UNA AMANTE DE LOS LIBROS Template by Ipietoon Blogger Template | Gift Idea