jueves, 7 de junio de 2018

LA RABIA Y EL ORGULLO

Publicado por Lucky en 9:25

Este pequeño volumen de Oriana Fallaci confirma una tendencia que ha ido ganando adeptos esta última década. El ejemplo más evidente lo constituye Pierre Bourdieu. Toda una vida escribiendo libros de magnífica armadura académica para acabar soltando panfletos sobre la televisión, las mujeres o la injusticia social. En España, con algo de retraso, sucede lo mismo. Estamos ante un fenómeno mundial que indica con claridad que algo está pasando.

Lo mejor sería que el panfleto viniese a añadirse al pensamiento más sólido y consistente, porque la historia muestra que es una mala hierba de tremenda resistencia no exenta de belleza y poder. En el siglo XVI Martín Lutero inició la Reforma escribiendo unos panfletos de tremenda eficacia. En el XVIII Voltaire y Rousseau practicaron el género con éxito y a comienzos del siglo pasado Bernard Shaw o Beatrice Webb escribieron piezas maestras. 

Cambiar información por controversia es una de las características básicas del panfleto y, desde luego, de La rabia y el orgullo. Aquí, Oriana Fallaci toma la destrucción, el pasado 11 de septiembre, de las Torres Gemelas y el Pentágono para lanzar un grito de alerta contra el Islam. El hilo de su libro es bien sencillo y conocido, nadie puede ignorar a estas alturas el atentado mortal contra los emblemas norteamericanos.

La novedad de este volumen es la severidad y la contundencia de la denuncia. Bien es verdad que Oriana Fallaci lleva veinte años viviendo en Manhattan, cerca por tanto del lugar del atentado pero, aunque le han ofrecido la nacionalidad norteamericana, no ha querido aceptarla. Por eso choca, desde las primeras páginas de La rabia..., su encendida defensa de Norteamérica como el gran país de acogida. Eso es cierto, país de acogida, pero si no estuviéramos ante un panfleto quizá cabría incluir en sus páginas a los indios exterminados, a los negros que no levantan cabeza o a los judíos que hasta la II Segunda Guerra Mundial no podían enseñar en las grandes universidades del este de Estados Unidos. Salir a voces destempladas en defensa de la gran nación imperial del siglo XXI no deja de ser chocante, por mucho que Fallaci dedique páginas al recuerdo de italianos ilustres afincados en Norteamérica. De los mafiosos italianos, de los gansters sicilianos, de sus compatriotas extorsionadores en Las Vegas, Chicago o Nueva York no se acuerda, no existen ni han existido.

Defendida Norteamérica, defendido el patriotismo empalagoso de Bush, viene el ataque al Islam. Su experiencia del universo musulmán en la Guerra del Líbano fue pésima, lo sabíamos por su libro de 1990, Insallah, que se tradujo al español con el título de Como Dios Quiera. Llovía sobre mojado porque de su entrevista en 1979 con el ayatolá Jomeini salió totalmente humillada y decepcionada. Luego, como relata en las páginas de este volumen, se ha visto atacada físicamente por árabes de distintos orígenes.

El que este libro sea un panfleto no quiere decir que la tesis principal de Oriana Fallaci deba ser desdeñada u orillada sin más. Su opinión es que entre la civilización occidental y la islámica existe no sólo una incompatibilidad religiosa o cultural sino algo más: una lucha abierta e histórica por el dominio del mundo. A partir de ahí Oriana Fallaci desgrana sus opiniones y las ilustra con diversos ejemplos destinados a hacer sonar la alerta que nos ponga en movimiento. Para ella los Imanes constituyen la punta del iceberg del terrorismo internacional, y las carnicerías halal, los locales donde se expende carne sacrificada según ordena el Corán, centros de dispersión de consignas terroristas. El siguiente paso de Fallaci es advertir al lector contra la inmigración islámica, una forma premeditada de invasión. En su celo no sólo señala sino que la emprende a palos contra quienes ella considera los compañeros de viaje de los pérfidos musulmanes: comunistas, feministas, gentes de izquierda y pusilánimes. No escapan ni el Papa ni Berlusconi. 

Fallaci se refleja, una y otra vez, en la vida italiana para mostrar el desastre moral e intelectual a que estamos llegando en un Occidente que no quiere ver el peligro de unas gentes decididas a la conquista y la barbarie. Pese al gusto por el exhibicionismo de su autora, pese a su esquematismo, este es un libro que no se puede pasar por alto. 

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