“[Junto a los ríos de Babilonia] nos sentábamos como cautivos, lamentándonos por nuestro cautiverio, y llorábamos con gran amor por Sión. Ya no se oía nuestra música ni nuestra alegría, sólo tristeza. Colgamos nuestras arpas en los sauces.” ( Salmo 137:1-2, La Traducción de la Pasión )
Entre ellos se encuentra una joven israelita, capturada por un príncipe mercenario escita. Impulsada por el odio y la esperanza, se dirige a Babilonia y soporta el cautiverio para reunirse con su marido.
Pero ¿estará él allí cuando ella llegue a Babilonia? ¿Arriesgará el príncipe el trono escita -y su vida- para creer en el Dios hebreo? ¿Podrán ambos encontrar lo que buscan cuando se encuentren con el profeta Ezequiel... junto a las aguas de Babilonia?
Ella tiene una manera de crear una historia y hacer que quieras ir a investigar y leer lo que está escrito en la Biblia. Junto a las aguas de Babilonia no es diferente.
El escenario de Junto a las aguas de Babilonia comienza en Jerusalén, durante el asedio de Nabucodonosor. Él proclama que es el rey del mundo y que Dios lo está usando para impartir justicia a su pueblo caído. Es un momento difícil. Suceden cosas malas. Tanto es así que los que mantienen el asedio están conmocionados por la depravación que ha sucedido en los muros. Mesu es capaz de contar esta historia de una manera veraz y descriptiva, pero no grotesca.
Vemos la caída de Jerusalén, la destrucción del templo. Seguimos a los cautivos mientras son llevados ante el rey y los altos funcionarios reciben su justicia de parte de Nabucodonosor. Seguimos a los cautivos mientras son llevados a las ciudades donde se han iniciado los asentamientos judíos en 3 provincias. Y en el proceso, conocemos a Mesac, Sadrac y Abendego. Escuchamos su historia y el asombro que trae a la gente. Me encantó leer sobre ellos en esta historia y la vida que surge de todo lo que habían enfrentado.
La historia era una novela corta, pero aún así tenía la profundidad y la conexión emocional de una novela completa.
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