El más sabio de todos los reyes, hijo amado del rey David y su esposa Betsabé, constructor de un imperio próspero, amante de muchas esposas y concubinas, el rey Salomón fue en un tiempo un simple hijo de David sin garantías de llegar a ocupar el trono. En el umbral de la edad adulta, sin rumbo en la vida, Salomón se encontró enamorado... de una humilde pastora, una joven doncella elegida por su padre para servir a David en sus últimos años.
Las nubes dejaron de descargar la lluvia vivificante y el pueblo, ansioso, buscó al rey David para que los aliviara de la hambruna. En su debilidad, se apartaron de Yahvé y ofrecieron sacrificios a dioses extranjeros. Pero el hijo mayor de David, Adonías, tenía un plan que podía costarles la vida a los benjamitas: la venganza.
Salomón seguía siendo el hijo mayor de Betsabé y con ello venían ciertas expectativas familiares. Su madre no quería nada menos que el trono para su hijo mayor vivo. Primero debía casarse con una princesa y luego podía casarse con cualquier mujer común que quisiera.
Salomón luchó contra las expectativas familiares y contra su principal rival, su propio hermano, Adonías; luchó contra el aspecto más decepcionante de su búsqueda para convertirse en gobernante: "El amor no es nada contra la fuerza y el poder".
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