Al conocer la historia, Páez se trasladó de inmediato al lugar de la tragedia y se sumó al operativo de búsqueda y rescate organizado por el gobierno chileno.
A pesar del sostenido esfuerzo, luego de ocho días de rastreo infructuosos cesaron las recorridas y se dio por muertos a los accidentados. Sin embargo Páez Vilaró no se dio por vencido: en una época de tormentas continuas y tensiones políticas reclutó voluntarios, consultó videntes y rabdomantes y se internó en las montañas en una búsqueda desesperada de su hijo.
A tres meses de ocurrido el accidente, su perseverancia dio frutos: ante la incredulidad y el estupor fueron hallados dieciséis sobrevivientes de la tragedia. Entre ellos estaba Carlos Miguel Páez Vilaró.
Luego de veinte años de la tragedia su padre escribió esta historia donde narra la angustia y el dolor de una búsqueda que terminó con el feliz reencuentro de un padre con su hijo en las vísperas de navidad.
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