
Era el rey que necesitaba el país. Su debilidad era su amor por su familia, en particular, por sus hijas, Leonor, la mayor y su preferida, gozaría de una fugaz felicidad antes de la tragedia; Juana se casaría contra la voluntad de su padre; Margarita se vería obligada a aceptar los hijos bastardos de su marido libertino; María fue obligada a entrar en un convento e Isabel aceptaría un primer matrimonio por razones de Estado, después haría su voluntad. Sin duda la fuente de mayor ansiedad para el rey era su hijo y heredero: el joven Eduardo.
El príncipe vivía rodeado de compañeros de dudosa moralidad, en especial Piers Gaveston que lo dominaba por completo. Eran tiempos difíciles y la mayor ambición del rey era unir bajo su cetro los reinos de Inglaterra Escocia y Gales.
Eduardo dominó su época. Fue un gran gobernante, fuerte, justo, cruel cuan él lo consideraba necesario, vulnerable sólo frente a su familia. El surge en la historia como uno de los más grandes reyes de Inglaterra.
Su tragedia fue morir sabiendo que su obra quedaba inconclusa y que la corona debía pasar a un hijo disoluto.
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