
Pero las decisiones del rey están provocando un peligroso aislamiento político de Inglaterra, y además Ana no ha cumplido su promesa, procurar un heredero que asegure la línea Tudor. Durante la visita a Wolf Hall de Enrique, Cromwell observa los amores del rey con la sibilina y silenciosa Jane Seymour.
El ministro comprende que lo que está en juego es mucho más que el placer del rey: está en juego la seguridad de la nación. Así que a medida que despeja el camino de Enrique entre la corte y su miasma de chismes, negocia una «verdad» que satisfaga al rey y asegure su propia carrera. Pero ni ministro ni rey saldrán indemnes del teatro sangriento de los últimos días de Ana.
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