viernes, 4 de septiembre de 2015

EL EDIFICIO DE LAS MUJERES QUE RENUNCIARON A LOS HOMBRES

Publicado por Lucky en 13:46
En un bonito edificio de París viven Simone, Rosalie y Giuseppina. La propietaria, conocida como la Reina, bailarina retirada, es amable y considerada con sus huéspedes, pero ha impuesto una norma estricta: en el edificio no se admiten hombres. 

Cada una de ellas tiene una razón de peso para haber renunciado a los hombres. En sus nuevas vidas no tienen que preocuparse de sufrir por amor pero ¿por qué vivir sin amor? Ellas afirman: No hemos renunciado al amor. Hemos renunciado a la esperanza loca de vivirlo.

“El edificio de las mujeres que renunciaron a los hombres” es una novela fresca, con un toque intimista, que habla de mujeres que, castigadas por la vida y por diferentes razones, han decidido renunciar a los hombres. Pero, ¿se puede realmente renunciar al amor? ¿o éste puede irrumpir en cualquier momento?

En un pequeño edificio de París que consta de cinco alturas viven cinco mujeres. La propietaria del inmueble, a la que todos conocen como la Reina, es una antigua bailarina. La Reina reinó durante años sobre los escenarios. Amada por su arte y su belleza, lleva años encerrada porque no soporta que los demás vean su decrepitud (ya es mayor). Vive en el ático del edificio que le regaló uno de sus amantes y alquila el resto de viviendas, con una condición: han de ser inquilinas, nunca inquilinos. Porque el único macho que puede entrar en el edificio es Jean Pierre, un gato.

Rosalie, Simone y Giuseppina viven en tres de los pisos. En el otro vivía Carla hasta que decidió irse seis meses al extranjero en busca de aventuras y subarrendó su vivienda a Juliette.

Entre las mujeres se ha establecido una preciosa amistad que hace que sean mucho más que vecinas; son íntimas amigas, casi familia.

Giuseppina es siciliana, perteneciente a una familia terriblemente machista. Sus hermanos y su padre primero, su marido después se lo hicieron pasar terriblemente mal y hoy es el día que no le permiten vivir con su hija. Es por ello que no confía en ningún hombre, ahora es libre y no los necesita para nada, de hecho, les rehúye

Simone se enamoró de joven de un gaucho y tuvo un hijo con él, Diego. Diego es ahora un hombre y Simone no ha vuelto a estar con un hombre.

Rosalie estaba profundamente enamorada de su marido con el que quería vivir toda su vida y tener muchos hijos. Pero él le dejó de un día para otro y tan sólo le envía una postal cada tres meses. Nunca ha podido recuperarse

Finalmente, Juliette, la más joven del grupo. Tiene poco más de treinta años y es la única que no ha renunciado al amor. Necesita ser amada porque no lo fue cuando niña. Sus padres vivían sólo para ellos mismos y su mutuo amor; eran dos personas bellas y ricas y una niña no encajaba en su vida por lo que Juliette se ha pasado la infancia en guarderías y con cuidadores. Necesita que la amen y no se resiste a encontrar un hombre que lo haga. Pero no tiene suerte.


Estamos ante una novela coral, protagonizada por cinco mujeres. Todas ellas tienen un protagonismo similar, destacando ligeramente Juliette. Las protagonistas no tienen unos caracteres especialmente definidos; que sean tantas y la novela tan corta, hace que no dé para más. Es cierto que me hubiera gustado un poco más de introspección en sus personalidades –que, en la mayoría de los casos, creo que daban para mucho-, pero también que en ese caso estaríamos ante otro tipo de novela pues uno de sus encantos es su brevedad y ligereza. La autora cuenta en pocas líneas su pasado, centrándose justo en los motivos por los que cada una renuncia a los hombres y da unas notas de sus caracteres pero poco más. Esto ha causado que, al principio y con la excepción de Juliette, me hiciese un poco de lío con ellas, al tratar de identificar a cada una; pero vamos, nada grave.

A pesar del título, a pesar de lo que he contado, los hombres, aún sin tener ningún papel protagonista, son omnipresentes en la novela. En el pasado de las mujeres, en sus sueños, sus deseos… Salvo la Reina y Giuseppina que, realmente, no quieren a ningún hombre, las demás han renunciado al amor movidas por las circunstancias. Y es que a Rosalie le encantaría estar con su marido, a Simone encontrar el amor, y no digamos nada a Juliette que lo busca desesperadamente. Por lo cual, no esperéis encontraros un libro feminista, un libro que ensalce a las mujeres por encima de los hombres, porque no es nada de eso. Tampoco esperéis encontraros un libro tipo chick-lit ni un libro exclusivo para mujeres, porque no lo es. Aunque se centre en mujeres, aunque sean ellas las protagonistas, “El edificio de las mujeres que renunciaron a los hombres” es una novela que, si he de encuadrar en algún género, sería en el de la narrativa a secas.

La novela está estructurada en 32 capítulos, de muy corta extensión. Eso y la manera en la que está escrita: sencilla, clara, directa, con mucho diálogo, hace que sea un libro realmente fácil de leer. Las hojas, los capítulos, van pasando casi sin darte cuenta. Es el típico libro que, de haber podido, me habría leído en un solo día.

Es un libro con un punto de drama y un punto de humor. Habla de cosas serias, de sentimientos, de formas de vida; a veces vidas trágicas (basta pensar en Giuseppina a quien no dejan ver a su hija o a la pobre Juliette con unos padres que no la querían ni se ocupaban de ella). Pero cuenta las cosas de una manera fresca, obviando el drama, para hacer la historia más ligera. En general, me ha resultado una lectura tierna y agradable.

Un libro que habla de personas reales, normales y corrientes. Ninguna de las protagonistas –salvo quizás la Reina, por su pasado de luces y candilejas- es una mujer que destaque por nada especial. Todas ellas son de lo más normalitas y llevan vidas ordinarias; tampoco les van a pasar grandes cosas. Son, en definitiva, personas como tú y como yo y como la mayoría de las que conocemos, por lo que es fácil conectar y empatizar con ellas. Sí que, como he dicho, me hubiera gustado un poco más de profundización en sus historias, sus mentes y sus corazones porque cualquiera de ellas podría dar más juego; ése es principal “pero” que le veo a la historia.

Lo que más me ha gustado, sin duda, es la relación entre ellas. Como unas simples vecinas llegan a establecer unos lazos tan fuertes de amistad siendo de edades, orígenes y características tan diversas. Siempre me han gustado las historias de mujeres, son mi debilidad.

También me gusta, desde siempre, la literatura francesa. Tiene, como dirían ellos un “je ne sais quoi” que le da un aire, une allure, diferente. No sé muy bien cómo definir su estilo pero es indudable que esta novela participa de él. Salvando las distancias, me ha recordado en ciertos momentos a “Los ojos amarillos de los cocodrilos” de Katherine Pancol o “Amelie”. Normalmente, no son historias que sorprendan mucho, que enganchen demasiado…, son historias más bien para las distancias cortas, para disfrutar a pequeños sorbos; de ahí que me suelan gustar más novelas tirando a cortas (como ésta) que más largas. Es lo que he dicho al principio: a esta novela le falta profundizar en algunas cosas pero, si lo hiciera, se convertiría en otra novela, más larga sin duda, quizás más aburrida y, en ese caso, igual me habría gustado menos. Sin parecerme una novela redonda, sin llegar a conmoverme, me ha parecido que tiene su encanto y he disfrutado leyéndola.

“El edificio de las mujeres que renunciaron a los hombres” es una novela sobre mujeres (que no para mujeres) a quienes los hombres han herido en sus sentimientos y que, por ello, han renunciado a enamorarse. A cambio, han construido una preciosa relación de amistad entre ellas, que parecen formar una gran familiar. Una lectura agradable, que ha volado entre mis manos.

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