martes, 7 de enero de 2014

UN ADULTERO AMERICANO

Publicado por Lucky en 14:19

“Nuestro hombre es un ciudadano americano que ocupa un alto cargo en el gobierno, casado y padre de una familia joven, que opina que la monogamia rara vez ha sido el acicate en la vida de un gran hombre”. Nuestro hombre, como dice Jed Mercurio en el arranque de su libro Un adúltero americano(Anagrama), no es otro que el mismísimo John Fitzgerald Kennedy. El escritor inglés, médico de formación, disecciona mecanismos psíquicos que hicieron del popular presidente norteamericano un mujeriego compulsivo. De hecho, como le confesó a Harold MacMillan, primer ministro británico, si pasaba más de tres días sin compañía -íntima, se entiende- femenina, sufría graves dolores de cabeza. 

Jed Mercurio quería traspasar algunas puertas que la Historia había cerrado. Esas detrás de las que Kennedy saciaba su libido, siempre apremiante. Y para meter la nariz en ese terreno vedado a la curiosidad ha recurrido a la escritura de una novela: a la ficción entreverada de realidad y salpicada por el mito. Escribir una nueva biografía no hubiera sido suficiente: la nariz hubiera topado con las puertas. 

Por eso Un americano adúltero activa infaliblemente los mecanismos del morbo. Los ingredientes para desencadenarlo no pueden ser más eficaces: poder, sexo, drogas, glamour y una pléyade de personajes envueltos ya en el halo de la leyenda: el propio JFK, Jacqueline, su elegante mujer, la desnortada y cocaínomana Marilyn Monroe, un Frank Sinatra catapultado al éxito gracias a su inigualable voz pero también por amigos mafiosos...

Jed Mercurio, de entrada, no pretendía meterse en mitad de este cóctel de vanidades desorientadas. Su idea era “escribir sobre un mujeriego, alguien con un oscuro secreto, pero que su apariencia ante la sociedad fuese impecable”, reconoce. “El hombre iba a ser un personaje cualquiera, un desconocido, pero cuando ponía las cartas sobre la mesa me remitía constantemente al modelo que representaba Kennedy. Lo mencioné tantas veces que al final le pregunté a mi editor si podía escribir un libro sobre él”. 

Y eso es lo que ha hecho, centrándose en particular en el deseo irrefrenable de carne femenina que esclavizaba al carismático presidente norteamericano, asesinado en Dallas en 1963. “Creía que necesitaba sexo para funcionar”, señala Mercurio. Los destinos del país más poderoso del mundo, regidos por un hombre con esta patología, dependían en gran medida de la frecuencia y calidad de sus encuentros sexuales. Una situación paradójica que JFK supo manejar con la habilidad y la prudencia de un donjuán, que sabe elegir (y encubrir) sus numerosos deslices. 

Aunque también ayudó mucho a que la olla a presión no terminara por reventar la sumisión de Jacqueline, que miraba para otro lado. O mejor dicho: sedaba sus dilemas de conciencia en las boutiques más caras, mientras su marido se desfogaba en brazos de la amante de turno. Pero el factor definitivo que permitió a Kennedy compatibilizar sus responsabilidades políticas con su libidinosa doble vida fue la indiferencia de la opinión pública hacia estas cuestiones. Suerte que no corrieron otros políticos que le sucedieron en el cargo, años después. Que se lo digan a Clinton...

A pesar de ahondar en estos aspectos escabrosos de su biografía, Mercurio conserva un buen concepto de JFK: “Kennedy no era ningún hipócrita. No predicaba sobre valores morales”. 

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