En lo más profundo del bosque o a la vuelta de la esquina, abandonados a las mentiras del lobo disfrazado de abuelita o del internauta anónimo, fascinados por la sonrisa seductora del vampiro o del vecino rijoso… la maldad nos acecha.
Porque, como sostiene Espido Freire, «los monstruos existen». Habitan entre nosotros, lo queramos o no; forman parte de nuestra vida cotidiana, desde tiempos inmemoriales: sutiles o sangrientos, sibilinos o brutales, familiares o desconocidos. Son los malos del cuento.
Durante siglos, los mitos, las leyendas y los cuentos de hadas han dado cumplida noticia –y aviso– de su presencia, a la par que han servido de guía para enfrentarse a ellos.
Me encantó la frase con la que culminó la escritora, aquí
te la comparto:
"Me niego a agradecerles nada a las personas dañinas que han pasado por mi vida; creo, cómo siempre he creído, que la madurez y las enseñanzas pueden obtenerse de otra manera sin necesidad de lastimar, y que nada justifica hacerle daño a otro"
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