Esta obra nos brinda un panorama de la vida y obra de las mujeres que han habitado estas tierras, desde la esposa del rey sabio Netzahualpilli, hasta Ángela Peralta (compositora y cantante) o Matilde P. Montoya, identificada como la primera doctora mexicana. Si se actualizara esta obra, hoy día tendríamos que hablar, por ejemplo, de Katya Echazarreta, astronauta. Veamos.
En entregas anteriores, en este mismo espacio, al hablar de la fundación de Tenochtitlán recapitulamos sobre el corazón de Copil, del cual nació una peña tan grande que servía de morada para un águila, el águila de nuestro símbolo nacional. Pero la historia de venganza fallida de Copil, empieza tiempo atrás, con el destierro de su madre de las tribus de Aztlan.
Malinalxochitl es el nombre de la madre de Copil, sobre ella, hace más de 100 años, Laureana Wright escribía, “llama sin embargo la atención que desde tiempos remotos y entre tribus salvajes hubiese ya mujeres que comprobasen con sus hechos igualdad intelectual con el hombre”.
Ciertamente, la escisión en la peregrinación de las tribus de Aztlan se da en Michoacán, y en gran medida es un duelo de poder entre los sacerdotes adoradores de Huitzilopochtli quienes estaban a favor de los sacrificios humanos y Malinalxochitl quien se negaba a realizar este rito.
En fin, esta obra disponible en línea es sobresaliente por su enfoque y rescate histórico. Salvo Sor Juana Inés de la Cruz, monja enclaustrada, en el imaginario mexicano rondan pocas heroínas, ya sea por omisión, desinformación o franco desprecio, no obstante, este título de Laureana Wright nos brinda una perspectiva diferente.
Es importante recalcar que la señora Wright impulsó y dirigió una de las primeras publicaciones feministas en México, nos referimos a la revista “Violetas del Anahuac”, la cual empezó a circular semanalmente desde 1887. Decimos que fue una de las primeres publicaciones feministas, porque hasta ahora, se sabe que la primera publicación de este tipo en nuestro país se publicó en Yucatán, bajo la dirección de la maestra Rita Cetina en 1870.
Llama la atención este cisma social de finales del siglo XIX y principios del XX, el cual, sin duda configuró la faz de nuestro presente. Pues hasta aquella época todos los derechos eran reservados para los varones y es a través del trabajo de maestras como Rita Cetina, Dolores Correa, o la propia Laureana Wright que, las mujeres empiezan a conquistar espacios públicos, pues como se sabe, el derecho a la educación también estaba vedado para las mujeres, lo que perpetuaba esta condición de marginación femenina.
Una de mis semblanzas favoritas, sin duda es la de Leona Vicario y su apasionante historia de amor con la patria y con Andrés Quintana Roo, pero en la obra Mujeres notables mexicanas, encontramos constelaciones de heroínas e historias tan apasionantes como inspiradoras.
Mucho se ha escrito con respecto a que este siglo es el siglo de las mujeres, también lo creo fervientemente, poco a poco, con paciencia, esfuerzo y talento han ido conquistando distintos terrenos del devenir humano, en otrora monopolizado por los hombres. En fin, reconocer nuestra conciencia histórica es reconocer nuestra identidad y cultura; como reconocer el valor y la valentía de las mujeres en su histórica lucha es reconocer a plenitud a la familia humana, en la cual, todas y todos tenemos profundas raíces en vuelo alto.
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