Sus textos mexicanos conforman una porción medular de su obra, incesantemente revalorizada y, también, sin cesar redescubierta por sucesivas generaciones de lectores, de uno y otro lados del Atlántico.
Artaud escribió estas páginas inflamado por una pasión irreductible; su testimonio está sellado por su mirada trágica y por los relámpagos de una conciencia singularmente dotada para explicarse, y hacernos ver el mundo en términos poéticos.
Acaso la escritura de Artaud expresa el extremo más radical y puro del surrealismo; pero no sólo eso: su voz, vibrante y viviente, permanece y quedará como uno de los documentos espirituales más significativos del siglo XX.
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