En las tensas sesiones, Lucia recuerda su pasión por la danza, el público que la aclamaba en los más reputados teatros de París. Pero también la imposibilidad de seguir su carrera atrapada en el amor destructivo de su padre, que la tenía por su musa, y en la fatal atracción por uno de los protegidos del padre, Samuel Beckett, y por su profesor de dibujo, Alexander Calder.
Así se conforma el retrato de una mujer joven cuya pasión por la vida, y la desesperación en la que se hunde cuando no puede seguir el camino que le marca su talento, quedan poderosamente expresados en esta novela, que es a la vez el retrato íntimo de la familia Joyce y del París de los años veinte y treinta, uno de los mayores momentos creativos de la historia contemporánea.
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