MARÍA, REINA DE ESCOCIA

Jacobo V deseaba un heredero que unifique a Escocia, pero, estando en su lecho de muerte, tras la batalla de Solway Moss, recibe la noticia de que María de Guisa ha parido una niña, «¡el diablo me lleve! ¡comenzó con una mujer, terminará con una mujer!«, vociferó el monarca, aludiendo a Marjorie, hija de Roberto I Bruce y el origen de los Estuardo. Así inició su derrotero María Estuardo, también conocida como «reina de los escoceses«, cuya coronación, a los nueve meses de edad, fue el evento más inusual de Europa, por los rigores de los ritos que tal ceremonia implicaba.

Con esta coronación, María de Guisa, como regente, quebraba los tratados de Greenwich, en los que se prometía a su hija en matrimonio al hijo del rey Enrique VIII de Inglaterra, Eduardo. El rey inglés reaccionó dando inicio al denominado «cortejo a la inglesa«, es decir, intentó capturar a la entonces reina de Escocia por la fuerza a través de una serie de incursiones en suelo escocés. Mas, como Francia tenía lazos tradicionales con Escocia, firmaron una alianza por la cual el Delfín Francisco se casaría con María, que fue trasladada a la corte francesa con apenas 5 años de edad.

En junio de 1560 fallece la madre de María, y en diciembre del mismo año su esposo, Francisco II, por entonces ya rey de Francia. Así, María, reina de Escocia, y reina consorte de Francia, sin madre ni marido —y con Catalina de Médicis como regente del reino francés—, comenzó a lidiar con los intereses de Isabel I, reina de Inglaterra, que no estaba reconocida como tal por el papa, pues abrazaba la causa protestante, a diferencia de María que, siendo católica y prima de Isabel, era la que seguía en sucesión para la corona inglesa. María tenía 18 años.

La vida de María Estuardo es una de las más complicadas de encarar a nivel histórico por cuanto las potencias en tensión en ese momento ni eran del todo afines, ni completamente opuestas. Escocia e Inglaterra tendían a unificarse, pero Francia se movía pendularmente entre gobierno y gobierno sin facilitar ni la ruptura definitiva ni ningún acuerdo conciliatorio conveniente. Las violentas disputas entre protestantes y católicos polarizaban todavía más a la población, siempre azuzada por sus gobernantes. Esto es, por la coyuntura política y religiosa, ninguna decisión podía ser considerada totalmente acertada o definitivamente errada, cuando ceder era sinónimo de perder.

Margaret George consigue una novela estupenda, en donde recrea los intensos 45 años transcurridos desde el 8 de diciembre de 1542 hasta el 08 de febrero de 1587, en los que María I de Escocia protagonizó tanto reinado como cautiverio. La autora consigue no solamente un agradable y justo tratamiento sicológico de los personajes que intervienen en la trama (incluyendo en los diálogos discusiones sobre historia), sino que en cuanto a la espacialidad, sobre todo al tratarse de batallas y traslaciones, los detalles son cuidadosamente considerados, por lo que el lector no puede más que involucrarse y participar de los sucesos.