Los judíos y gitanos sirvieron como cobayas para la experimentación mefistofélica de los nazis, gaseando a más de un millón de personas y matando de apetito, frío, agotamiento o, sencillamente, de soledad y desesperanza.
Sin embargo, muchos presos resistieron a la total deshumanización del campo sacrificándose por sostener la dignidad. Cuidar la higiene, escribir o dibujar eran actos que ayudaban a subsistir.
Esther Mucznik cuenta a través de las voces de aquellos que sobrevivieron al averno de Auschwitz el inaguantable silencio tras los asesinatos de niños, la barbarie de la experimentación médica sobre miles y miles de hombres y mujeres o bien la lucha por sobrevivir en un campo de horror y muerte.
Estos son los relatos que deben valer para mantener viva la memoria de aquellos que cedieron a la maquinaria del terror nazi.
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