DULCE ENEMIGA MÌA

Desde las calles de los Balcanes hasta Santiago de Chile pasando por La Mancha, hay hilos capaces de unir el mundo interior de las mujeres: a veces serán la fuerza de la risa, el valor de la amistad, el amor o el sexo; otras, los miedos ante un matrimonio vacío, la hipocresía, la soledad o el temor al abandono. 

Marcela Serrano vuelve a demostrar su talento para penetrar el alma y la psicología femeninas con un grupo de veinte relatos protagonizados por mujeres frágiles, poderosas, aventureras o temerosas, amas de casa o intelectuales, jóvenes o maduras, cuyas voces e historias se graban a fuego en la memoria.

Frases tomadas del libro

“Pero un golpe de soledad la retuvo: no se trataba de aquélla, la soledad natural, sino de la otra, la segunda soledad, la que duele”

“Pero los hombres adquirían una rara cualidad de invisibles, ¿dónde estaban?, ¿dónde se meterían los casaderos?, ¿por qué ella no los encontraba?”

“No encuentra a mano un antídoto a ese lento veneno que se llama realidad”

“El que no siente, tampoco ve ni escucha”

“Aunque las heridas vayan cerrando, ¿qué hago con las cicatrices? Me las miro de día, las restriego de noche, nunca me dejan tranquila”

Proverbio de Salomón: «El corazón alegre es buen remedio y hace que el rostro sea hermoso. El espíritu triste seca los huesos»

“¿No serás una de esas mujeres de muchas emociones y pocos sentimientos?, y se oye a sí misma respondiendo:quizás, probablemente”

“La gestualidad de su cuerpo tendía a la contención, nunca se dejaba ir del todo. Ella considera saludable ponerle palabras a los sentimientos y así rebajar la intensidad emocional”

“¿El amor? Le da mucho miedo que vuelvan a herirla. Teme, de golpe, sentir el incendio que puede estallar bajo sus párpados. No se cierra ante la posibilidad de enamorarse pero no ve cómo podría esto suceder, a veces ha conocido hombres atractivos en su entorno laboral, sin embargo, siempre resultan ser gays o muertos de hambre. Duda de que todos los humanos deban vivir en pareja aunque tampoco se rasgaría las vestiduras negándolo. Si alguien le preguntara por su vida, ella respondería -con candor irreflexivo- que la suya es una que merece vivirse”