En el caso del libro presente, la historia empieza una tarde de la primavera de 2008 en la que Shenon recibe una llamada de un abogado que había sido miembro de la Comisión Warren, que investigó el asesinato de Kennedy. Le dice que debería contar su historia, que quizá sea la última oportunidad de contar lo realmente sucedido.
Totalmente entregado, el escritor accedió a la proposición, pero el libro pronto se convirtió en algo mucho mayor: Shenon descubrió que gran parte de la verdad sobre el asesinato del presidente todavía no había sido contada, y que muchas pruebas habían sido escondidas o destruidas por la CIA, el FBI y otros en lugares de poder en Washington. Informes y notas forenses originales quemadas por el propio médico que practicó la autopsia; cartas de amenaza del supuesto asesino, Lee Harvey Oswald, recibidas días antes del crimen, despedazadas y arrojadas al inodoro para no cargar con culpan innecesarias, todo esto lo encontramos entre las tensas y absorbentes páginas del libro de Shenon.
En ellas también aparecen las figuras legendarias que protagonizaron esa época: Bobby Kennedy, Jackie Kennedy, Lyndon Johnson, J. Edgar Hoover, el fiscal Warren y los directores de la CIA Allen Dulles y Richard Helms.
Ahora, tras cinco años de revisión y reconstrucción, Shenon ha conseguido desentrañar algo más de la verdad del magnicidio más famoso del siglo XX, sucedido ahora hace 50 años. A partir de cientos de entrevistas y un acceso sin precedentes a los miembros supervivientes de la Comisión y a otros protagonistas, el sólido y definitivo libro de Philip Shenon cambiará la idea que tenemos del asesinato de Kennedy y de la fallida investigación que siguió.
Inevitablemente, las inquietudes e indagaciones hechas en el campo periodístico sobre el tema se han transmitido también a la pantalla en múltiples formas.
La película de Oliver Stone, “JFK: Caso abierto” es una de las principales referencias al respecto. Toma el camino de la ficción, pero enfatizando el espíritu cuestionador de los asuntos políticos que tanto caracteriza al director. Nos sitúa en años posteriores a la investigación, con el fiscal de Nueva Orleans Jim Garrison como protagonista, interpretado por Kevin Costner. Éste reabre el caso de la investigación del magnicidio, apuntando a una conspiración en la que podrían haber participado el FBI, la CIA y el propio vicepresidente Lyndon Johnson.
El documental “Los Kennedy: La tragedia de un clan” estudia una faceta de la conspiración algo más curiosa, como si la suerte de toda la dinastía Kennedy estuviera decidida por algun tipo de maldición. Más allá de lo peligrosamente esotérico que pueda sonar esto, es intachable que muchísimos de los miembros de esta familia han sufrido desgracias que despiertan un interés morboso, tragedias extrañamente concentradas sobre una misma saga.
Prosiguiendo con la desgracia familiar de los Kennedy, “Bobby” recrea la noche del asesinato del hermano del presidente, el senador Robert F. Kennedy, interpretado por Dave Fraunces. Diversas historias de gente corriente se cruzan en el momento de la tragedia y consiguen un efecto de instantánea globalizadora en honor al recuerdo de Bobby.
Por último, “Trece días” nos lleva a tiempos anteriores, durante la Guerra Fría, antes del asesinato del presidente. La Administración Kennedy se enfrenta a la ofensiva soviética de los misiles en Cuba, capaces de alcanzar en cuestión de minutos diversas ciudades americanas de la Costa Este. Las repercusiones del conflicto están en manos de un solo hombre, y el margen de reacción es mínimo.
En materia de secretos, ya se sabe que la verdad de los fenómenos políticos, administrativos y familiares de las altas esferas nunca acaba de asomar del todo, pero gran parte de las informaciones que se filtran puede ayudarnos a saber un poco más, al mismo tiempo que a desconfiar de todo lo que se nos cuente sobre ello.
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