
El telón de fondo es la Ciudad de México y el escenario donde se representa, una arena de lucha libre, la cruel y despiadada lucha por la supervivencia. Y siempre presente, la Santa Muerte, la niña blanca de los desposeídos, la santa de las devociones de la llamada Dama del Silencio. La estética del texto construido por Ronquillo recuerda lo mismo al rosa melodrama que a la novela de horror. Una crónica del absurdo de una sociedad a la que urgen culpables.
La narrativa que caracteriza a Víctor Ronquillo es ya visible desde las primeras páginas del libro, cuando describe los escenarios donde ocurren los hechos, donde sus palabras van dirigidas no al público lector sino a la misma asesina. Aquella mujer que cegó la vida de, por lo menos, 17 ancianas en la ciudad de México.
Ronquillo nos muestra la cara oculta de Juana Barraza Samperio y también su otra máscara, no la de bandida y delincuente sino la de la Dama del Silencio, ruda de corazón, luchadora de profesión. La faceta desconocida de la asesina serial más conocida de México. Una escueta biografía casi al final del libro nos remonta a la vida temprana de ésta mujer que nació para ser miserable en un país ya sumido en la monotonía y aburrimiento. Una nación joven acostumbra a olvidar a sus abuelos. Todo falla en la vida de Juana Barraza y muchos se negaban a catalogarla como serial killer pero la evidencia era tan sustancial y evidente que no se pudo desechar lo evidente
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