Desde fuera, la red social Twitter parece ser la típica compañía sin problemas y que goza de
su ubicación en Silicon Valley.
Su inicio sólo representa uno más de entre las muchas pequeñas
empresas tecnológicas que acaban consiguiendo un éxito desmesurado: un grupo de jóvenes
programadores fundan una empresa con la esperanza de hacerse ricos y cambiar el mundo.
Y lo consiguen.
Pero Twitter no se constituyó de la manera que se nos ha hecho creer.
Más bien es al
contrario, fue una historia de traición, de inversores despiadados y de luchas de poder
que acabaron con la expulsión de los fundadores de Twitter, de directores ejecutivos,
empleados, inversores y de miembros del consejo.
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