
Vuelve ileso, con la misma ropa y sin recordar nada de lo ocurrido durante su ausencia, lo que hace dudar de la veracidad del secuestro, incluso a su propia esposa.
Él, que nunca ha creído en los espíritus sufrirá en sus propias carnes una serie de apariciones que lo desconcertarán y complicarán más todavía su relación conyugal y su trabajo profesional.
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