No le pesa haber dejado el valle donde siempre llueve. Ni siquiera le pesa haber roto con Haritz, su amigo de la infancia, su amor de adolescencia, el chico capaz de sacarla de su mundo, por quien lo habría dado todo... menos su vida. A punto de inaugurar su primera exposición, Ainize recibe una llamada de Elsa: ha de regresar con urgencia a Artziniega porque su padre ha muerto, la maldición lo atrapó al fin y hay decisiones que tomar sobre la herencia.
De nuevo en el caserón destartalado, en el viñedo descuidado, Ainize ha de volver a enfrentarse a sus miedos y jugar una extraña partida de ajedrez contra un contrincante invisible que solo parece existir en su mente y contra un amor que aún permanece en su corazón.
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