El conocimiento fue para Matilde Montoya su único dios verdadero, pero también el origen de todas sus desdichas y su olvidada gloria. A pesar de su inteligencia y sólida vocación, siempre fue relegada en la Academia por su condición de mujer. Al interior de las escuelas donde estudió, Matilde fue ignorada por condiscípulos y maestros, su presencia en las aulas callada o abiertamente cuestionada y sus opiniones, siempre certeras, fueron objeto de controversias o de burla.
Sin embargo, ella, mujer de gran carácter que contó siempre con el apoyo de su madre, Soledad Lafragua, logró superar las adversidades y convertirse en la primera médica de México, provocando el sobresalto de quienes atestiguaron la inevitable destrucción de los cánones establecidos.
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