Dicen que cada libro es un hijo de papel y tinta que el autor alumbra. Si eso es cierto, y yo creo que lo es, la llegada de Lunes con mi viejo pastor fue un parto muy duro.
Las contracciones produjeron tal dolor que sentí que me rompía, pero las alegrías que luego me ha reportado hacen que cada momento de angustia valiera, sin duda, la pena. Algo ocurrió en estos días que me hizo rememorar aquel momento llevándome de vuelta a la blanca casa donde tuvo lugar mi restauración… a los últimos días de esa experiencia sanadora.
De eso trata este libro: contiene el néctar destilado en la sala de espera de quien aguardaba la llamada definitiva: mi viejo pastor. Sabiduría que, gota a gota, fluyó de la cicatriz para posarse en el papel. Te propongo que busques un lugar tranquilo y serenes tu alma para participar de estas líneas.
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