Yates navegando por el Mediterráneo, jets privados con destino a Jamaica, playas paradisiacas del Yucatán, y bahías aisladas y exclusivas eran los escenarios donde cotilleaban sobre el sexo, el poder, el dinero, el amor y la fama, sin imaginar que él las traicionaría.
En el otoño de 1975, tras dos décadas de íntima amistad, Truman Capote detonó una granada literaria, rompiendo para siempre con el círculo de élite en el que había conseguido infiltrarse con enormes esfuerzos.
¿Por qué lo hizo, sabiendo lo que podía perder?
¿Fue para castigarlos por su arrogancia, dinero y celebridad?
¿O simplemente se negó a creer que alguna vez dejarían de amarlo?
Cualquiera que fuera el motivo, algo sigue siendo indiscutible: nueve años después de lograr un éxito arrollador con A sangre fría, Capote cometió un suicidio profesional y social con su arma más letal: las palabras.