En su primera novela, Rosa Beltrán reinventa la vida y la muerte del único emperador mexicano, Don Agustín de Iturbide: su fastuosa corte, sus curiosos parientes, amantes, fieles enemigos.
"Nadie levantó el brazo para calmar a la multitud que lo aclamaba y nadie presentó, desde el balcón, a la familia imperial. Iturbide, que a partir de su renuncia había tenido la sospecha de no saber quién era, supo, por fin, que era nadie."
En La corte de los ilusos todo esto está visto a través de diferentes personajes en una suerte de rehilete: la costurera parisina, Madame Henriette, la princesa Nicolasa, hermana del emperador, ninfómana y cleptómana, la Güera Rodríguez y el obispo Antonio Joaquín Pérez que escucha las confesiones de Ana María, la mujer del Dragón.