Un texto en el que historia y ficción van de la mano para relatar lo acaecido en Theresienstadt (o Terezín) un campo de concentración ubicado a menos de 70 kilómetros de Praga.
El mismo gueto que los nazis utilizaron como escaparate para mostrar a Europa la falsa la bondad del Führer hacia los judíos y el lugar que se convirtió en el centro neurálgico de la cultura judía después de que los germanos acabaran con sus principales festivales artísticos. «Les dejaban tocar y componer para que, en Europa, se creyeran que Hitler trataba bien a los presos».
El autor también tiene claro lo que motivó a los artistas encerrados en el campo de concentración de Theresienstadt a componer y tocar y participar en aquella farsa mientras, a su alrededor, morían entre 50 y 100 persoans al día. Era la convicción de que, de lo peor, estaban extrayendo algo bueno. De que, a pesar de todas las barbaridades que se sucedían (cada semana partían del gueto no menos de 1.000 personas para ser exterminadas), siempre podían dedicar su tiempo a lo que más amaban. «El gran secreto de la vida es transformar el dolor en alegría», sentencia.
En el texto, Hans Krasa solo se da cuenta de lo que de verdad importa en su vida cuando lo pierde todo después de entrar en Theresienstadt. «Esta es una novela de compromiso, de como se puede sobrevivir a las más duras condiciones de vida que se planten y seguir adelante con la esperanza de que, a pesar de todo, hasta el final hay tiempo», añade.
Junto al compositor, el autor incluye uno de los pocos personajes de la novela que hacen que no pueda ser definida como «novela histórica»: Elisabeth von Leuenberg, la verdadera protagonista del libro. La mujer del director de Theresienstadt.
Ella, la hija de un aristócrata y empresario alemán que ha colaborado en el ascenso de Adolf Hitler al poder buscando el orden social, será la que acompañará al lector en un viaje a través de la realidad de un campo de concentración lleno de claros y oscuros. Un gueto en el que, además, encontrará recluido a su ídolo de la infancia, Krasa, al que había seguido por toda Europa de pequeña ansiosa de disfrutar de sus grandes creaciones.
«Para Elisabeth la figura de Krasa es mítica. Era un hombre que había sido un ideal para ella. Cuando lo reencuentra en el campo todo su mundo se tambalea. Ella, que solo ha conocido el nacionalsocialismo, verá como sus ideales se desmoronan. Entonces empezará un viaje iniciático en el que tomará conciencia de las cosas que realmente suceden a su alrededor. Sufrirá, en definitiva, una transformación interior», añade el autor.
Todo ello será acompañado por un marco histórico abominable (el de un campo de concentración brutal), las vivencias de artistas de renombre que realmente pasaron por aquella prisión, y el hilo conductor que ya se ha convertido en la seña de Güell: la música. «La novela es un viaje. Muestra la profunda renovación de una persona que se compromete a encontrarse a sí misma».
Es una novela que trata de la capacidad de resistencia a unas condiciones de vida durísimas. Una novela en la que Krasa llama a escuchar la melodía interior.
Es una melodía que todos tenemos, pero que debemos saber interpretar. Una melodía serena, cálida, que proclama la reconciliación entre el pulso trágico que late inevitable en todo ser humano, y las fuerzas ocultas de la naturaleza. Esa armonía entre las dos cosas. Ese impulso ciego de esencia y ese sonido exterior de la propia naturaleza, que es parte de ti mismo.
Percibir esa melodía interior, entender su significado y aprender a interpretarla proporciona la enorme satisfacción de sentir algo mucho más grande que tú mismo. Con ella ves que todo está concordado en una cadencia general de la que tú formas parte, aunque de forma minúscula.
Hay que armonizar esa melodía interiorizar con el sonido del universo. Si eres capaz de articular tu propia melodía con la de la naturaleza, tienes la posibilidad de entenderte a ti y entender el mundo mucho mejor. Y eso se puede hacer en las peores circunstancias.
Y no solo eso, sino que las peores circunstancias te ayudan a ello porque te transmiten que nos va a tener ninguna otra oportunidad para hacerlo. El problema es que el ser humano pierde tiempo porque le abruma el ruido del mundo. Le aturde. Le quita tiempo para la reflexión y para escuchar su propia melodía interior. Le impide armonizarla con la melodía del mundo exterior. En las extremas circunstancias de la novela no tienes más remedio que hacerlo.
La protagonista es una mujer extraordinariamente cultivada, una artista y pianista excepcional, y una científica y médico de primer orden. Pero poco a poco va evolucionando tras el contacto y la recuperación de ese mito que tenía en Krasa. El gran compositor al que había seguido en toda Europa acompañando a su padre.
Heydrich. El creador del campo. Era el jefe de Eichmann. Organizó la conferencia para llegar a la Solución Final, el exterminio de 10 millones de judíos de la faz de la Tierra. Él también era la máxima autoridad de Bohemia y Moravia. Era un violinista excepcional, un músico extraordinario. En general, los nazis tenían una gran educación musical, eran muy buenos intérpretes.