La historia de uno de los más grandes atletas y una de las personalidades más irresistibles de nuestro tiempo, Muhammad Ali.
Cuando aquella noche de 1964, Muhammad Ali, conocido por entonces como Cassius Clay, saltó al cuadrilátero para enfrentarse a Sonny Liston, fue contemplado por todo el mundo como un irritante adefesio que se movía y hablaba demasiado. Seis asaltos, después, Ali no sólo se había convertido en el nuevo campeón del mundo de los pesos pesados: era el «nuevo hombre negro» que en poco tiempo transformaría la política racial, la cultura popular y las nociones de heroísmo de Estados Unidos.
Explorando la ascensión de Ali desde los gimnasios de Louisville, Kentucky, el autor crea un lienzo de incomparable riqueza y nos ofrece un minucioso retrato de las mafias que controlaban el negocio, de los columnistas que dominaban la información deportiva, de un audaz Norman Mailer y de un enigmático Malcom
X.
Nadie ha captado a Ali con tanta viveza, pasión y sagacidad como David Remnick, ganador de un premio Pulitzer y director de The New Yorker. Pero Rey del mundo es mucho más: es la crónica de una de las épocas de Estados Unidos -la década prodigiosa- más vitales y vertiginosas, y hace justicia a la rapidez, gracia, valor, humor y entusiasmo de uno de los más grandes atletas y de una de las personalidades más irresistibles de nuestro tiempo.Uno de los secretos mejor guardados de los Juegos de Atlanta era el nombre del deportista que haría el último relevo en la larga marcha de la llama olímpica desde la helénica Olimpia hasta el pebetero en la sede de la todopoderosa Coca Cola. Larry Bird o Mark Spitz eran algunos de los nombres barajados... pero cuando Cassius Clay apareció en la silla de ruedas con la antorcha acoplada a uno de los brazos, no hubo un solo espectador que censurara la elección.
Porque si hay un deportista vivo que pertenece al olimpo de los mitos, el mismo en el que se encuentran Marilyn Monroe, James Dean, Elvis Presley, o Rodolfo Valentino, ése es Cassius Clay. Y a él ha dedicado una biografía David Remnick, antiguo periodista deportivo del Washington Post, y actualmente editor del New Yorker, que ganó el Pulitzer en 1994.
He utilizado el término biografía, pues efectivamente lo es, para referirme a este libro; sin embargo, tal denominación no refleja con exactitud el contenido del libro. Remnick no está interesado en contar la vida de Clay sino en mostrar lo que la irrupción de este fenómeno deportivo supuso para el boxeo.
En Rey del mundo no se encontrarán los tradicionales datos biográficos respecto a su infancia o el origen de sus padres, ni cotilleos sobre sus deslices amorosos. Lo que en otras biografías al uso ocupa los primeros capítulos, en ésta se despacha con media docena de párrafos salteados, en los que se narra el origen del nombre y apellido de Cassius Marcelus Clay, el de un abolicionista sureño que liberó a sus esclavos o simples comentarios sobre cómo, a diferencia de otros boxeadores negros, él nunca sufrió la pobreza.
Éste no es sólo un libro sobre Cassius Clay, sino sobre cuanto giraba en torno, más que dentro, de las doce cuerdas. Su aparición, siempre según Remnick, supuso toda una revolución tanto dentro como fuera del cuadrilátero. Los aficionados recordarán sus “bailes” alrededor del rival, algo común en los “ligeros” pero inédito en los “pesados”; lo que tal vez desconozcan es que “tendría que ser Cassius Clay quien rompería las ataduras del boxeo con la delincuencia organizada”.
Aunque no fue de manera gratuita, pues “para él, la sensación de sentirse protegido provendría de la nación del Islam”. La relación de Clay con el Islam es una de las constantes de la obra. Y si el Islam es la piedra angular, el punto de referencia del libro es el combate con Sonny Liston, el 25 de mayo de 1965, cuando Clay salía como víctima -con las apuestas 7 a 1 en su contra sin que nadie las cubriera- y venció por abandono del entonces indiscutible campeón en el séptimo asalto. Es ése el centro gravitatorio de cuanto se narra, creando la sensación de que hubo un antes y un después de esa pelea. En el batín de ese combate, Clay llevaba grabado el apelativo de “bocazas” con que le conocían los periodistas.
Remnick defiende que sus bravuconerías respondían a un plan previamente elaborado para minar la psique de su adversario. Tal vez resulte una teoría excesivamente forzada, pero queda patente que la imagen de “payaso bravucón” era más una pose que una forma de ser.
La traducción es simplemente aceptable; sin embargo, el traductor ha realizado una verdadera labor de investigación para ofrecernos los datos de cuantas personas son citadas en el libro, haciendo asequible para los lectores españoles y enriqueciendo el contenido de esta obra.