Para quien no se sitúe aún, Un largo camino a casa es el libro autobiográfico en el que se basó la película Lion, estrenada el año pasado, con Dev Patel (el chico de Slumdog Millionaire) en el papel de Saroo. El libro narra la vida del autor, Saroo Brierley, desde que con cinco años se queda dormido en un tren de largo recorrido y se ve separado de su familia biológica en un pueblo remoto de la India; hasta el momento en que, muchos años más tarde, y después de haber sido adoptado por una familia australiana, decide intentar reencontrar a su madre y a sus hermanos, usando Google Earth y los recuerdos fragmentarios del momento de la separación.
Más allá de la "historia humana", que desde el principio lo tenía todo para convertirse en un melodrama de tintes hollywoodienses, uno de los aspectos que me parecen más interesantes es el proceso por el que esta historia se ha ido transformando, sucesivamente, en programa de televisión, libro y película; un proceso en el que la no-ficción va atravesando cada vez más filtros e intermediarios, y aumentan, legítimamente, las dudas sobre la veracidad o fidelidad de lo que se nos presenta.
En el programa de televisión, las cámaras grababan la vuelta de Saroo a su aldea natal (aunque el hecho mismo de haber cámaras ya afecta, claro, a la espontaneidad y naturalidad de todos los intervinientes); en el libro, Saroo, convertido en una celebrity (por lo menos en Australia) y ayudado, imagino, por profesionales de Penguin, escribe sus memorias, seleccionando, ordenando, comentando y, quién sabe, dulcificando o alterando sus recuerdos, procesos que son inevitables en cualquier escritura autobiográfica, y más aún en una destinada a un mercado comercial. En la película, la disneyficación de la historia es evidente, sobre todo en segunda mitad del metraje: se añaden una subtrama romántica (que en el libro ocupa dos páginas aproximadamente); el personaje atormentado de su hermano adoptivo Mantosh (que en el libro es mencionado en dos capítulos y de pasada) o la relación de adoración hacia su hermano Guddu (cuando en realidad con quien Saroo tenía una relación más próxima era con su hermana más pequeña, Shekila).
No se trata de exigir verdad absoluta, porque ni eso existe, ni tiene por qué ser la finalidad de la literatura (incluso la memorialística). Se trata solo de estar críticamente atentos a los trucos empleados para convencernos de que "esto pasó así", trucos que son, curiosamente, similares en el libro y en la película. En el caso del libro, naturalmente, está la identidad [aparente] entre autor, narrador y personaje; pero además tenemos, al final, unas fotografías reales del propio Saroo, desde que ingresa en un orfanato indio hasta que vuelve a la India ya convertido en adulto. En la película, además del clásico mensaje inicial ("Basado en una historia real"), antes de los créditos finales se recuperan algunos segundos del metraje grabado por la televisión australiana, así como algunas fotografías auténticas de Saroo (muchas, tomadas directamente del libro).
Sospecho que no es esto lo que interesa a la mayor parte de los lectores, que lo que buscan es emocionarse con una historia verídica de miseria, dolor y superación (un objetivo, por otra parte, perfectamente legítimo). Para este tipo de lectura, Un largo camino a casa es un libro efectivo (más efectivo que la película, me atrevo a decir), precisamente por su desnudez estilística y narrativa: salvo por una disposición de la acción destinada a crear suspense (por ejemplo, con su principio in media res y su inevitable flashback posterior), la obra cuenta la vida de Saroo con pocas digresiones y muy pocas florituras. Quizás se extiende demasiado en la parte final, después del viaje de vuelta a la India que es, al fin y al cabo, el clímax natural de la narración, pero hasta ese punto consigue mantener el interés y el suspense con una trama dickensiana de niños perdidos y diferencias de raza y clase. El contexto indio y australiano, que añade exotismo y misterio, también ayuda.