Es un libro muy interesante. Se trata de un asunto histórico donde la ideología es un factor determinante de la conducta de los políticos y población de Rusia.
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jueves, 27 de abril de 2023
EL CERO Y EL INFINITO
INFANCIA Y JUVENTUD
Y así (lógicamente) termina: «Continuará…».
En el medio, cuatrocientas páginas de memorias cuyo etiquetado frontal debiera advertir: altas en emoción, agudísimas en cultura pop, refinadas, bestiales, amorosas, explícitas. Fito Páez pasó el encierro pandémico recordando y escribiendo, repasando y puliendo episodios, ajustando cuentas y desarreglando todo lo demás, en un ejercicio de introspección al que la palabra «prodigioso» le queda pintada.
De la infancia rosarina narrada en travelling virtuoso al apogeo de su juventud con la locura de El amor después del amor , el recorrido es, como los mejores caminos, largo y sinuoso. Infinidad de escenarios, nombres, lugares, anécdotas, homenajes, viajes, borracheras… y la tragedia y el amor marcando el ritmo de un relato que parece rapsodia: una suma de partes que hace de este libro de memorias una larga canción perfecta.
Los libros, las canciones, los pianos. Fito Páez y su biografía, dos elementos indisociables en su obra. Materia prima que el rosarino supo moldear y transformar en aventura. "Del 63", por caso, su carta de presentación ante el mundo, no es ni más ni menos que un pergamino sobre su propia existencia. Nací en el '63, con Kennedy a la cabeza/una melodía en la nariz, creo que hasta el aire estaba raro/Mediaba marzo/El mundo me hizo crecer entre zanahoria y carnes.
Como muchos, Páez encontró campo fértil para la creación en la pandemia. Fue en 2020 cuando la insistencia de su amigo Nacho Iraola dio frutos y un escéptico Fito se embarcó, una vez más, en la odisea de la escritura.
Dos años después de ese ejercicio de autoconocimiento, de ese viaje en el tiempo lleno de compañeros célebres, de canallas, pitonisas y amores de los grandes, la obra sale a la luz en medio de un renovado furor por el músico, consecuencia del 30 aniversario del álbum que lo cambió todo.
En un breve pero bello prefacio, dirá Rodolfo Páez acerca de su criatura: "Espero les ayude a pasar el rato y les robe una sonrisa. Gracias a mi tribu por regalarme el don del tiempo de vivir, de cantar y contar aventuras durante todos estos años".
Fito Páez nació el 13 de marzo de 1963 en la ciudad de Rosario. De niño, admite, conoció el olor de la muerte. El 24 de noviembre de ese año, su madre, Margarita, moría como consecuencia de un tumor. Páez tenía apenas 8 meses y la tragedia ya lo golpeaba.
Tras trazar un recorrido cinematográfico por su barrio rosarino, el autor sitúa al lector en la casa de la calle Balcarce 861, el escenario de su niñez. Allí vivió junto a su padre, el severo pero generoso Rodolfo, y sus "madres putativas", Belia y Pepa, abuela y tía abuela respectivamente, mujeres que tendrán un papel fundamental en la vida del artista.
La primera parte de "Infancia y Juventud" está consagrada a los días iniciáticos del pequeño Páez. Aparecerán en escena los amigos, los juegos, el cine, Titanes en el Ring, las películas, Kubrick, Vox Dei, Horacio Quiroga, los chocolates Jack y las clases en la escuela Mariano Moreno, entre otros.
Luego vendrán las primeras caladas, algunas historias sobre su temprano despertar sexual, el colegio Dante Alighieri y un primer arresto en una Argentina cambiante, moralista y represiva.
En el medio de ese cóctel, el 7 de agosto de 1976: la noche “en que los dioses le dieron una clara señal”. La Máquina de Hacer Pájaros llegaba a la ciudad para tocar en el Auditorio de la Fundación Astengo. "Todo allí se puso a temblar. El teatro y mi alma", admite Páez. El torbellino tenía nombre y apellido: Carlos García Moreno Lange. Charly García. Ya nada sería lo mismo para Rodolfo Páez, de 13 años.
Ese círculo se cerraría la semana siguiente. Invisible tocó en el Club Sportivo América. Descubrir a un Luis Alberto Spinetta angelado y sensible terminó de convencer al adolescente rosarino: quería hacer eso de su vida.
Poco a poco, Fito irá encontrando en los discos y en su propia creación un refugio contra una violencia que recrudecía en las calles.
Las primeras andanzas decantarán en su ingreso como músico y promesa a la banda de Juan Carlos Baglietto. Sacrificio mediante, logrará evitar la colimba y Buenos Aires adoptará al “chico pobre de allá del interior” y viceversa.
“Juventud”, la segunda mitad del libro, se inicia con la convocatoria de Charly García a Fito para que sea su tecladista. Ese hecho, ocurrido tras el lanzamiento de Clics Modernos, parece decretar para el autor el fin de su infancia. “Era el sueño del pibe”, comentará.
Desde entonces comienza un periplo donde el paisaje rosarino pasa a un segundo plano: ahora el mundo es su campo de juego.