En 1818, los periodistas –todos varones– redactan entregas periódicas a la luz de las velas, atendidos por negras esclavas. En 1871, la prensa es diaria, transmite el horror de la fiebre amarilla, sus muertos, la desolación de los barrios bien, de pronto vacantes. En 1919, evoluciona en una prensa de masas, la Semana Trágica se reportea al calor de las rotativas, cuyo ruido incesante e insalubre marca los cuerpos de los obreros tipógrafos. 1943 es el año de la radio, nueva plataforma para el periodismo, que fogonea el delirio de la pasión popular por el tango y los radioteatros. En 1989 llega el turno de la televisión, que reina indiscutida en los comedores porteños. Por último, 2018 marca un momento de periodismo digital, tras la irrupción brutal de Internet y sus nuevas maneras en la vida cotidiana. El periodista se ha vuelto mujer, madre, trabajadora autónoma, muy activa en redes y multitareas.
Sobre la base de una exhaustiva investigación histórica, Fernando J. Ruiz compone la voz de un periodista que relata su propio quehacer y el de sus colegas a lo largo de dos siglos, al tiempo que describe rutinas, prácticas, valores, costumbres en las distintas redacciones y debates del colectivo periodístico en cada uno de los momentos retratados. A lo largo de los capítulos cobra vida toda una época, sus desafíos y apuestas. Institución clave de nuestra esfera pública, cuarto poder, la propuesta aquí es indagar pasado (y, además, presente) del periodismo para sondear su futuro. Y hacerlo aprovechando las mejores estrategias de la ficción para que la lectura sea una fiesta.
¿Qué significa –y significó– ser periodista? En este libro delicioso, Ruiz elige un atajo creativo e inesperado para responder esta pregunta.