De su estancia en la cárcel (y como ha pasado tantas veces en la historia de la literatura, desde Cervantes hasta Sade, Wilde o Genet), Geel extrajo una ocasión perfecta para escribir, gesto ya de por sí transgresor, pues aunaba la escritura del delito y el delito de la escritura.
Más allá de la culpa o la expiación, Geel describe y reflexiona sobre el universo carcelario femenino, un mundo infranqueable y oscuro, en una obra adelantada a su tiempo que mezcla la ficción, el testimonio y la autobiografía, y que resultó de lo más rompedora al hablar de crímenes, de la vida en prisión y del deseo entre mujeres. Por ello, este libro ocupa, por derecho propio, un lugar único en la literatura chilena.
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