Esta monja de alta cuna a la que sus miles de seguidores apodarían la Sibila del Rin estuvo al frente del monasterio de Bingen, creó una orden de religiosas vestidas de blanco y sin velo, que durante las oraciones bailaban en círculos con flores en el pelo, se codeó con la nobleza, y arriesgó su vida desafiando a la Iglesia y hasta al emperador Barbarroja.
Anne Lise Marstrand-Jørgensen ha escrito una premiada novela biográfica, monumental y conmovedora, sobre una mujer que los historiadores equiparan a san Agustín o Leonardo da Vinci, «una de las grandes heroínas de la Historia, cuyo legado iniciaría la expresión feminista más prematura. [...] Fue un fenómeno irrepetible, de los casi inexistentes que no terminaron en la hoguera» (Eugenia Miras, ABC).
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