Apenas algún periodista, apenas algún cura solitario, o algún obispo del interior que las escucha y no les dice que recen sino que le dice que sigan luchando. Un aplauso entre el ruido de armas, de medios, de policías, de rufianes del poder. Soplones del privilegio de las almas de la roña y el muladar. El autor nos sitúa en el lugar en donde nacerán esas mujeres que fueron dadas a luz por sus hijos. Y que tal vez llegaron mucho más allá que ellos. Las `Locas`. Si, las locas de un coraje infinito.
Van enfrentando con la palabra a generales, coroneles, almirantes, brigadieres, comisarios, sargentos, cabos, políticos, ministros, obispos, cardenales, papas, carceleros. Están todos juntos contra ellas. Mujeres sin título, casi todas salidas de patios con malvones y vestidas de percal. Quinto grado, cuarto grado, sexto grado de la escuela del barrio con calles de tierras y casas de lata. Y sin embargo vencieron con la palabra a señores académicos, generales con laureles, sotanas cardenalicias. Siempre con la palabra, las Madres de la Plaza de Mayo.
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