Esta es la biografía mejor escrita de Adolfo de la Huerta, quien fue un destacado revolucionario mexicano, presidente interino de México e insurrecto contra los gobiernos de Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles. Dueño de una fuerte personalidad, desde los primeros tiempos se distinguió por su eficacia política y administrativa, así como el manejo escrupuloso de los recursos que tuvo a su alcance, y su conducta humanitaria en circunstancias poco propicias.
Rechazó privilegios que ellas mismas le ofrecieron, como ser militar al mando directo de muchos hombres, y fue pieza clave en el equilibrio del equipo dirigente que reconstruyó su país después de una larga lucha civil, tanto en el plano político como financiero. Su honradez ejemplar y su rechazo al crimen como instrumento del poder le acabaron separando de ese núcleo dirigente, y las numerosas simpatías de disidentes del régimen le condujeron a ser candidato presidencial y pronto a un abierto levantamiento que cubrió la mayor parte del territorio nacional.
Como presidente interino logró la pacificación del país, siendo notable el apaciguamiento del general Francisco Villa, quien se retiró de las armas para dedicarse a la agricultura y ganadería en Canutillo, si bien puede afirmarse que en la vísperas de la entrega del poder al general Obregón el 1 de diciembre de 1920 no existían focos rojos que pudieran poder en peligro la estabilidad regional o nacional. Aunque no es tema tratado a profundidad en esta obra, su relevancia como maestro de bel canto en distintos tramos de su vida le hacen un personaje digno del mayor interés. Beneficiario de una aministía durante el gobierno del Presidente Manuel Ávila Camacho, regresó a México en los años cuarenta después de un largo exilio en Los Ángeles, donde sobrevivió dando clases de bel canto a noveles y afamados artista de Hollywood. El hijo del cantante napolitano Enrico Caruso fue uno de sus alumnos más conocidos, si bien una larga lista de cantantes de ópera de distintas nacionalidades tuvo en Adolfo de la Huerta su querido maestro. Pasó a la historia como un personaje de notable modestia, de escasos caudales, y estuvo y colaboró con distintos gobiernos en distintos asuntos, como el relativo a las inconformidades y rebeldías de la tribu yaqui de Sonora, que finalmente cedió al ver satisfechas sus demandas en la época del presidente Lázaro Cárdenas, gracias en buena parte a la buena voluntad y los conocimientos de don Adolfo, quien siempre mantuvo con ella relaciones de cordialidad y comprensión desde que fue gobernador de Sonora. Acusado falsamente del asesinato de Felipe Carrillo Puerto, hermanos y amigos en Mérida, ofreció pruebas a lo largo de su vida que echaron abajo la acusación que pretendía denigrarlo a los ojos de sus contemporáneos. Fue tratado por los dueños del poder como una especie de oveja negra de la Revolución Mexicana, o como un individuo a ser relegado al olvido, pero ha tenido en las últimas décadas la reivindicación de su nombre ante las generaciones de hoy, gracias al estudio de historiadores del periodo desprejuiciados que han mostrado evidencias que echan abajo las acusaciones que se le hicieron durante tantos años.
Difícilmente va a encontrarse en la historia mexicana a un personaje que haya combinado las cualidades políticas éticas y artísticas que poseyó Adolfo de la Huerta, y solamente quienes persisten en la ignorancia contra su persona mantienen puntos de vista que buscan señalarlo como "traidor a la Revolución" o incluso "traidor a México", o términos por el estilo.
La obra "Adolfo de la Huerta: la integridad como arma de la Revolución" es entonces una obra importante para conocer la formación del régimen revolucionario, y a un personaje que en su vida nos ofrece una imagen digna de ser conocida, en espera del reconocimiento pleno de su papel en la construcción del México actual. El libro fue resultado de una investigación acuciosa y de amena lectura.
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