El autor considera que en los últimos años ha surgido un nuevo tipo humano en la sociedad occidental del bienestar, al que denomina “el hombre light”.
Este hombre vive en un escenario de fin de siglo, al que llama desorden posmoderno, y que caracteriza como de confusión total, y en el cual todo es bello, todo es estético, todo es político y todo es sexual.Se está ante una sociedad que tiende a la masificación total, identificada por la pérdida de valores y fines, y donde lo que sobresale es una nueva pasión, la pasión por la nada.
La cultura de finales del siglo XX muestra un tipo humano frágil, precario que responde a las premisas de hedonismo, consumismo, permisividad y relativismo.Todo esto conduce al hombre hacia un vacío existencial.
La propuesta de Enrique Rojas para superar este gran vacío existencial consiste en recrear un sistema jerarquizado de valores, en el cual los poderes espirituales y temporales se fusionen teniendo como eje las enseñanzas del cristianismo.
La hipótesis de este libro toma como punto de partida el hecho que estamos asistiendo al final de una civilización, denominada posmodernismo por algunos estudiosos, era psicológica o post industrial para otros.
La nota escencial de la actualidad es la pseudoideología de la permisividad. Hay que atreverse a todo, llegar más lejos que nadie. Se impone así una revolución sin finalidad ni programa, en la que no hay vencedores ni vencidos. Es la metafísica de la nada por la muerte de los ideales y la superabundancia de todo lo material.
De esta tolerancia interminable nace la indiferencia pura, se está ante la ética de los medios y del consenso ya que sólo a través del consenso la situación es válida y legítima. El mundo y sus realidades más profundas se someten constantemente a plesbicito para decidir si constituyen algo positivo o negativo para la sociedad, porque lo que realmente importa es lo que opine la mayoría a través del consenso.
Una sociedad con estas características se vuelve cada vez más vulnerable, va perdiendo su rumbo, no hace pie y puede terminar hundiéndose.Se crea así un vacío esencialmente moral que puede ser superado poniendo énfasis en lo humanístico y en lo trascendente sin perder de vista que no hay auténtico progreso sino se desarrolla con claves morales.
En este mundo de fin de siglo vive el hombre light, al que el autor define como un individuo sin referentes, envilecido, codificado, convertido en un ser libre que se mueve por todas partes, pero que no sabe adonde va, un hombre que en vez de ser brújula es veleta.
El confort se convierte en filosofía y meta máxima y la felicidad radica en el bienestar,el dinero, el poder, la fama, los placeres, la belleza y la juventud.
Se pierden los resortes más nobles de la conducta, como la búsqueda de la verdad y sus consecuencias, el hombre se despoja de sus responsabilidades, no hay debate de ideas, todo queda suspendido en un mundo sin ideales.
Esto desemboca en un relativismo, escepticismo y, finalmente, nihilismo que tienen un tono devorador porque de ellos emerge un hombre pesimista, desilusionado cuya meta final es la inversión de valores.
Como contrapartida de estas realidades el autor considera que se articulan otras líneas que denomina como líneas positivas y en las cuales están, por ejemplo, los grandes avances conseguidos en los últimos años en la ciencia, la acelerada tecnificación que ha permitido llegar a metas hasta ahora insospechadas, la revolución informática que nos simplifica el trabajo mediante el ordenamiento y procesamiento de datos y la revolución de las comunicaciones que permite ver que ya no hay distancias en el mundo.
En otro nivel de análisis se destaca el despertar y la toma de conciencia de temas como derechos humanos, la plena democracia, la sensibilidad por los espacios verdes y la nivelación hombre-mujer, en el sentido de permitir el acceso de la mujer a todo tipo de oportunidades junto al hombre y no en contra del hombre.
El panorama presentado es a la vez complejo e interesante y en él se conjugan en forma muy entrelazada procesos positivos y negativos. Para contrarrestar estos últimos el autor propone que el ser humano se vuelva a encontrar a sí mismo, despertar la conciencia, revalorizar el amor, trabajar respetando al hombre y poseer como base un sólido fundamento cultural.
Lo importante es no perder el hilo conductor de la existencia, tener los objetivos claros y ser siempre fuertes a pesar de la adversidad y más aún, aprovechar las enseñanzas positivas que de la adversidad se pueden obtener. De esa manera el hombre puede aspirar a la felicidad sabiendo que la vida es un medio para conseguir exteriorizar lo mejor sin olvidar que para ello se necesita de la paz interior y que son inevitables las contradicciones, los reveses y los sufrimientos en su formas más diversas.
Esto constituye una labor que conlleva a resaltar valores basados en:
- Una ética que permita fortalecer los criterios para distinguir entre el bien y el mal.
- Una educación basada en la formación y no solamente en la información.
- El predominio del bien colectivo sobre la sublimación de lo individual.
En definitiva, la sociedad futura deberá privilegiar nuevamente, según señala el autor, el humanismo, donde el hombre, siendo un ser fuertemente moral, ejercitará el espíritu y la razón, comprometido con una cultura universal y responsable de la construcción del futuro. En este caso el lazo conductor será la religión.
Por ello en el próximo milenio, lo novedoso pasa por la religión.